
Déjame escapar, mamá, ¡ o te arrepiento ! Rubén, cinco años.

El virus se lo inoculamos con la inyección del seguro a terceros y cayó definitivamente enfermo con un ataque de defecto de distancia de seguridad. Chapitopausia aguda y torcida. Lo llevamos al especialista, que limpiándose las manos de grasa, sentenció: está grave. Yo le miré e hice un gesto muy claro con la mano, como si amasara algo con los dedos, ¿cuanto de grave? Ehcó un último vistazo antes de destrozarnos con su definitivo diagnóstico: 1.700 euros de gravedad. Sí, está grave, muy grave, terminal. Primero vino la negación de la evidencia en forma de cabreo y maldición, viéndonos buscando un coche pequeño y económico y la angustia otra vez de endeudarte por un trozo de chapa con motor. Pero después llegó el luto y la pena. El bravito ha estado con nosotros los últimos once años. Nos ha llevado y traído con un sol de justicia, con la lluvia impertinente, con las refrescantes tormentas, en la soledad del asfalto agosteño, en la ficticia vida del atasco navideño, por la montaña, por la playa, por la pradera, por la llanura. En su chapa aun puedo adivinar los restos de la primera cerveza que me tomé a su lado en algún pueblo blanco de las montañas granadinas, tal vez algún resto de sidra mal escanciada de un agosto en Luarca, aquella noche gerundense tumbados en su capó viendo una lluvia de estrellas, me acordé de todas las veces que nos llevó a Levante a ver a los sobris, todos los veranos que nos acercó al Maestrazgo, estos últimos seis años que me ha llevado y traído puntual a mi trabajo. En el fondo pensar en dejar una coche es como dejar una casa donde has vivido muchos años. Lo lógico es que lo hagas para mejorar, sí, pero ¿no miras la casa vieja y sientes una punzada de nostalgia? Pues eso siento yo al ver ahora la chapa retorcida de mi bravito.
El Playmobil journal ha dado la noticia en portada. Un hidroavión de las Fuerzas y Piezas de seguridad de Ciudad Playmobil se ha estrellado contra las Torres de Cedés, las más altas de la Ciudad. Ocurrió a última hora de la tarde, cuando la visibilidad era bastante baja por un inoportuno eclipse halógeno. Es posible que estén las causas del accidente en esa eventualidad, pero hay cierta polémica, no resuelta, sobre un posible grito del piloto mientras el avión se estrellaba. Algunos testigos (el Clic Vikingo y el Clic Mago) aseguran que gritó "muerte a la SGAE" antes de que la avioneta colisionara contra La Torre A, justo en el piso de Nuevo Flamenco. El piloto, que apenas si pudo hacer declaraciones antes de ser llevado al Hospital, comentó que lo peor de todo había sido la espera, y que gracias a que de uno de los CD salió Juan José Calzas, guitarrista de El combolinga, y estuvo entreteniéndolo con las historias de su hijo y su reciente paternidad, el tiempo fue más llevadero hasta la llegada del equipo de rescate, bastante atareado intentando sacar al buzo de una taza de desayuno llena de galletas. En el accidente, además de perder la aeronave una hélice aun no recuperada, el Capitán Clic Kame, experimentado piloto, perdió una pieza. A última hora de la noche se confirmó que en el hospital fue atendido por el conocido cirujano cliquero Don Rubén, que logró implantarle la mano de un pirata que, por suerte, según reconoció el propio doctor, no había sido la del garfio. No se conoce todavía la reacción del pirata cuando tenga que beberse el ron con el garfio. Estaremos atentos a cualquier novedad sobre el extraño caso del hidroavión suicida. 
No veo a la naturaleza vengativa. Si lo fuera, nos habría mandado hace siglos a la estratosfera de una patada ecológica. La veo tozuda, eso sí, y el agua la más tozuda de sus hijas. Lo que ha pasado en Madeira nos retrata. Ya lo hizo en Biescas, sin ir más lejos. Pero lo veo cada periodo estival en muchos pueblos de Levante. Hay muy mala memoria y desprecio hacia el agua. Las rieras y los barrancos urbanizados son una apuesta segura a la desgracia. Después, una simple tormenta de verano y campeonato de coches flotantes en el fango. Me recuerda a un capítulo de Goomer, estando en la playa con Elma tomando el sol ésta se levanta y se va, él extrañado pregunta ¿a dónde vas? es que en cinco minutos llega el invierno. Él, suficiente y terrícola considera una exagerada a su pareja alienigena y una viñeta después aparece el bueno de Goomer cubierto por una profusa nevada. Pues Goomer somos todos, aparcando nuestros coches en las rieras, construyendo en los barrancos, poniendo campings en las laderas de las montañas, despreciando el agua y su natural tendencia a no respetar nada salvo su rutina y su camino. Somos una plaga, pero como no nos andemos con ojo vamos a desaparecer antes de hacer desaparecer, como estaba previsto, al resto de seres vivos del universo. 
Viene de un entorno de violencia y represión, de un entorno donde el tiro en la nuca es una variable aceptable. Y aun así no puedo evitar reírme, me ha hecho muchísima gracia la foto del cachorro de ETA con la camiseta de la roja. No, si al final Iniesta y Xavi van a hacer por la integración nacional más que todos los próceres peperos, Dedo Corazón Erguido Aznar incluido. Y quitando las chanzas que a uno se le ocurren, al estilo del chascarrillo del endocrino orondo o el vendedor de brebajes para la calvicie alopécico perdido, con esto de los perfiles de facebook y demás mandangas chapuceras de los de la chapela asesina, le a uno por pensar que poquito a poco los titulares han ido marchándose del campo y que el equipo reserva, los juveniles de la cantera, cada vez son más chapuceros, menos profesionales y que están ahí por un yo que sé, es que no tenía otra cosa que hacer. Es un pensamiento macabro que me lleva asaltando algunos años viendo los fallos de los asesinos. A lo mejor es una buena noticia, pensar que por ahí va a estar la grieta que termine con esta anacrónica lacra, pero da tristeza ver a estos chavalines engañados y engañándose ¿o ellos ni creen en una verdadera lucha y bla, bla, bla?¿están ahí como el que se apunta a un equipillo de fútbol de barrio por eso del tercer tiempo? No me compete, pero creo que estas anécdotas merecen un profundo análisis del que salgan las herramientas y los chalecos antibalas de la lógica para poner fin de una puta vez a una panda de asesinos que llevan condicionando nuestra convivencia desde hace décadas.
¿Por qué bautizar a los hijos? Para mí solo hay una razón: un ritual hecho acto social, una fiesta, una puesta de largo en la comunidad de la que eres partícipe, cuando menos, con tus creencias ¿Hay algo más? Cuando se lo comenté a una amiga que está apunto de bautizar a su pequeña me dijo que no, que la fiesta era lo de menos, que ella lo hacía para que Dios la acogiera en su seno, para hacerla católica como su madre. Y lo decía con sinceridad. Me desconcertó. Entonces, ¿el Dios en el que ella cree necesita que un tipo calvo con sotana, olor a tabaco y un alto porcentaje de posibilidades de ser un pederasta le eche agua bendecida por otro u otros acólitos en un más que humano ritual para aceptarla en su seno? ¿no está Dios en todas partes?¿no somos todos sus hijos?¿no lo serán sin más aquellos que lo sienten, que rezan, que creen y que educarán a sus hijos bajo los principios promulgados por sus ancestrales creencias?¿Es su Dios tan dado al protocolo y a la burocracia?¿será una pecadora su hija si no cumple con el ritual?¿le reprochará su Dios la desidia y la rebeldía alejando de su seno a la hija díscola?¿No mantenemos estos y otros muchos rituales sin replantearnos siquiera su necesidad por rutina y costumbre? No es que me extrañe que la gente quiera bautizar (y quien dice bautizar dice lo que quiera que hagan otras religiones para dar la bienvenida a un nuevo creyente) a sus hijos, sino que no asuman lo que es, un acto social, protocolo, burocracia (un dígito más), tradición, nada que ver con lo que ha de ser la religión: un acto íntimo de comunión con una divinidad. Claro, que eso lo dice un ateo, quizá ahí esté el problema...
Es la noche de las nenas. Todas andan casadas y con niños. Una vida demasiado programada como para dejar a la improvisación los encuentros. Un sábado cada dos meses cena y copas de las viejas amigas. Es un momento de nostalgia y risas hasta el llanto. Hoy tailandés y garito nuevo; es lo de menos. La cena bien y la música interesante. Buen ambiente y algún que otro mozalbete interesado en estas maduras tan atractivas. Pero a ella se le ha fastidiado la noche, su marido le ha mandado un mensaje hace media hora: los niños ok, me voy a la cama, si vienes con ganas de follar me despiertas. Ahora es incapaz de concentrarse. ¿Qué? Ah, sí, vodka con naranja, como siempre. Los hielos tintinean en la copa, medio vacía y finge cierto interés en los intentos de cortejo de un joven con pinta de capitán del equipo de baloncesto. Ella no deja de pensar en su maduro marido, en su atento cuerpo, en sus sabios dedos, en su capacidad para hacerla gozar con la misma intensidad como cuando era adolescente y todo era maravillosamente nuevo. ¿Cómo que te vas? Si no son ni las tres de la mañana. Lo siento, es que estoy cansada. Miente. En el taxi está excitada, tanto que teme que el taxista se esté dando cuenta al otro lado del retrovisor. Paga y acelera el paso. Las escaleras se le hacen eternas. Los cuatro pisos en el ascensor un mundo. Está nerviosa y como si viniera pasada de copas no acierta con las llaves. Se desnuda en el salón, rápido vistazo a las habitaciones de los niños y entra en la suya. Él duerme plácidamente. Entra en el baño, se lava un poco y llega hasta la cama. Mientras él duerme todavía, lo destapa y descubre que se acostó desnudo, tal vez imaginando el efecto de su mensaje. Está profundamente dormido todo menos su polla, que siempre, siempre, se mantiene en una maravilla duermevela. Se la mete en la boca y siente, además del familiar sabor, como va creciendo. Él se retuerce ligeramente y abre los ojos. Le coge la cabeza con las dos manos y mueve la cintura para ayudarla. Después de unos segundos jugueteando con ella y con los genitales, se coloca a horcajadas sobre la boca de su marido, así, sin el más mínimo esfuerzo, él puede concentrarse en comerle el coño, con brusquedad, con cierta ansia va metiendo la lengua mientras con los dos dedos aprieta fuertemente las nalgas. Terminados los preliminares ella se sienta sobre la polla y ésta entra con extremada facilidad dentro de su cuerpo. Él suelta un gruñido intenso al sentirse dentro. Es ella la que se mueve con violencia, arriba, abajo, adelante, detrás, apretando fuertemente su cuerpo contra el de él, que ya parece más despierto, porque se ha humedecido dos dedos y ahora están jugando con su culito, con tanta pericia que ambos entran dentro. La presión aumenta la excitación, la multiplica por mil. Los movimientos son ahora son más lentos, intensos y certeros. Me voy a correr cariño, me voy a correr. Es ella la primera que grita, sin pudor, sin miedo a despertar a los niños o incluso a los vecinos. Un breve momento de calma y vuelve al ataque, para lograr el orgasmo de su marido. ¿Cómo quieres que me mueva? No hace falta contestar, dos simples golpes con la cadera y siente como su coño se inunda de caldo caliente. Siguen abrazados unos segundos. Después ella desmonta a su amante certero y va al baño a limpiarse y ponerse el pijama. Cuando vuelve él ya duerme. Suavemente se mete en la cama, se abraza a él, el pulso todavía acelerado, en la entrepierna aun caliente el recuerdo de la cabalgada, y se queda profundamente dormida al instante. 



He decidido hacer un pequeño cambio de aspecto. Me conozco, sé que hay algo más que haberme cansado del pelo corto. Además de cierto resquemor y rebeldía por una situación personal que no es lugar éste para relatar, y que hace que en cierta medida éste pudiera ser una continuación del artículo de ayer; también hay cierta nostalgia. Es como si dejándome el pelo largo retara un poco al destino, ingenuo y tozudo que es uno, a que no me robe la juventud del todo, a que soy capaz de quedarme algo, a modo de recuerdo y de leonada y poco estética melena. Los pelos le arañan realidad al calendario, anclan
los conceptos de la madurez y me ayudan a sentirme más joven. Los rizos, anárquicos y soberbios en sus requiebros lastran al paso de los años, los difuminan, los esconden, me engañan y me creo lo que ya no es verdad. Y ayuda, porque me conozco, ayuda. Y a todo esto ¿qué te parece mi melena creciente? ¿no me da cierto aspecto de presidiario reciclado?






