8 de junio de 2009

LA FIESTA DE DISFRACES


La invitación era muy clara: fiesta de disfraces, las mujeres irán de prostitutas y los hombres de superhéroes. Injusto a todas luces, pero de lo más interesante. Invitaciones individuales, por lo que nada de parejas, demasiado. Se preparó a conciencia, eligiendo un disfraz coqueto y misterioso, simplemente de persona normal, con el pelo engominado y gafas. Ahora, debajo de su camisa, si alguna puta se sentía intrigada, iba a estar la camiseta de superman. La fiesta tiene lugar en un chalet a las afueras. Mucho lujo, mucho servicio, mucha niña mona a la que le sienta el disfraz de prostituta como si de verdad se dedicara a ello, a otras no tanto. Supermanes, batmans, spidermanes por doquier coqueteando. Él ha elegido bien. Una joven de pelo muy corto y rubio. Piel morena. Labios rojo intenso. Copa de martini sensualmente mecida por unas manos repletas de anillos y pulseras. Top ajustado de color blanco, falda diminuta, botas blancas y altas, por encima de la rodilla, tan altas que cubren mucha más pierna que la minifalda. Se han mirado. Se han sonreído y después el juego. Que cuanto cobras, que si te gusta tu trabajo, que si tu la verdad es que pareces el Clark Kent. No ha hecho falta mucho más, cuando la conversación se perdía en convencionalismos ella ha tomado la iniciativa, y de la mano, como si conociera a la perfección la casa, lo lleva a una pequeña habitación en el piso de arriba. Está tan encantado como sorprendido, nunca ligar le había costado tan sumamente poco, ni siquiera una mísera copa, ni una sola frase ingeniosa. Ella lleva el tema del disfraz hasta el final adornándolo con frases soeces y besos exageradamente salvajes. Su acento o es sudamericano o forma parte del disfraz. A la tenue luz intermitente que entra de la fiesta su cuerpo, ya desnudo sobre la cama, le parece mucho más moreno, de un tentador color chocolate. Los pechos son pequeños, pero firmes, la cintura marcada, como si hiciera mucho deporte, el culo prieto y respingón. Ven, mi amor, quiero comerte esa polla de una vez. Él está todavía vestido, porque entre la velocidad de ella y el efecto del alcohol, todo ocurre demasiado rápido. Espera, espera. Se desnuda algo nervioso, tanto que casi se cae al quitarse los zapatos. Se acerca a ella, arrodillándose en la cama, pero ella frena sus impulsos para poder comerle la polla con toda comodidad. El golpe de placer es brutal cuando los labios y la boca se concentran en la cabeza del pene. La lengua es una manta que la recibe y la acompaña en cada movimiento. Él busca con sus manos los pechos, la cintura, al cabeza, no tanto para agradecer la pericia de la boca, sino para asegurarse la verticalidad. Cuando ella decide que ha terminado, en el momento justo, porque unos segundos más tarde hubiera terminado el juego con la boca llena de semen, se tumba en la cama abriendo tanto las piernas que tiene que sujetarlas por debajo de las rodillas. Él se acerca para bucear en su coño pero lo detiene. No, mi amor, no necesito que me prepares, estoy bastante caliente ya, y se toca el sexo con obscenidad. Él va a buscar un preservativo, pero una vez más llega tarde, cuando se incorpora para hacerlo ella lo hace también, saca de algún lugar uno y de un solo golpe se lo coloca en la polla. Sigue atónito, pero un cuerpo hermoso y desconocido expectante y una polla enfundada en látex no requiere de mucha explicación. Se tumba y la besa. Ella rehúye sus besos y le ofrece el cuello. Él ni se percata, porque ya está dentro. Movimientos lentos. Ella golpea su pelvis con fuerza, vamos mi amor, dame fuerte. Él no tiene prisas. Ella parece que sí. Vamos, vamos, fóllame como tú sabes. Cabría preguntarse como ella sabe que él folla bien o mal, pero le parecen frases hechas. Bueno, no le parecen nada, simplemente entra y sale de su cuerpo y se deja llevar el aroma azucarado de su cuello. Quiero que te corras dice él, antes que yo. Mi amor, no pienses en nada, solo fóllame. Date la vuelta, le pide. Él entonces se tumba en la cama y ella se monta encima. Lo coge de los hombros, él de la cintura. Los movimientos de la cadera parecen un baile, círculos concéntricos, hasta que él anuncia que si no para se correrá. Entonces se acabaron los círculos y empiezan los golpes largos, tan largos que en algunos casos la polla llega a salirse del coño, pero no importa, es tal la erección que éste la encuentra a su retorno en el mismo sitio. En uno de estos movimientos llega el orgasmo, salvaje, brutal, demoledor, que lo deja rendido sobre la cama. Ella le da un tierno beso y salta como si fuera una acróbata de la cama, para vestirse a una velocidad endemoniada. Me gusta tu disfraz, dice él, todavía derrotado y desnudo en la cama. ¿Disfraz? Pregunta ella. Sí, el de puta ¿no? Perdona, mi amor, pero yo no vengo disfrazada, estoy trabajando, te lo dije en la barra, y que esto te iba a costar 150 euros. Ya, ya, no hace falta que sigamos con la farsa, es una broma ¿verdad? Pero el gesto serio le invita a pensar que no. Bueno, eso y unos poderosos nudillos llamando a la puerta. ¿Va todo bien? Sí, papito, no te preocupes, va todo bien, me paga y salimos ¿Puedo pagarte con tarjeta…?

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