SE DEJABA LLEVAR
En los días de frío huía del mundo para encontrar su espacio exterior.
Me lo imaginé muchas veces, no sé si sería mito o leyenda, en un pequeño chalet en el que nunca lo vi pero cuyo exterior estaba siempre desastrado y con gatos correteando alrededor. La persiana de la cocina casi siempre estaba medio bajada y dentro solo se intuía oscuridad. No sé si realmente vivió ahí, pero alguien me lo dijo un día y a mi, que entonces tendría sólo unos 11 o 12 años, me causó impresión, imagino que ya entonces su aspecto huidizo tuvo algo que ver en ese halo imaginativo que creó mi cabeza. Por eso cada vez que tenía que ir a comprar el pan, daba un pequeño rodeo hacia aquella casa y me dejaba llevar, nunca mejor dicho, por el misterio que desprendía aquel lugar.
Creo que nunca nadie me ha emocionado tanto con unos textos hechos música, creo que nunca nadie ha expresado en los últimos años aquello que uno piensa muchas veces pero le cuesta admitir, creo que su relación de amistad y coqueteo con la muerte en el fondo mostraban un apego especial por la vida. Creo que lo que realmente nadie como él sabía mostrar, era una espiritualidad extrema.
Desde muy pronto, casi desde el principio de las cosas, en un elixir de palabras perfectamente conectadas con la realidad del hombre, en una muestra de sensibilidad extremadamente fuerte y a la vez reflejo de la enorme fragilidad humana, ese néctar de juventud coqueteando con los albores de la muerte, ese aspecto inhumano de los últimos tiempos con el que recorría pueblos y ciudades enganchado a su íntima voluntad, tenía él la capacidad de transmitir en escuetas palabras aquello que sólo los hombres especialmente dotados pueden hacer, hacer de los secretos más íntimos de la mente algo sencillo y entendible.
Cuando me enteré de su muerte solo pude pensar en su edad, ¡era tan joven!, y sin embargo siempre pareció querer morir, aunque siempre resucitaba. Hasta que se ha ido. Ahora ya se fue para siempre, allí donde siempre se pensó seguro.
Ahora nos quedará su legado, palabras combinadas con música, y los mensajes más sutiles que siempre han atormentado al hombre y que a él le acompañaron siempre y supo reflejar como nadie.
Introvertido, intimista, perturbador, mágico, creador, soñador, felino, irrepetible, Antonio Vega.
En los días de frío huía del mundo para encontrar su espacio exterior.
Me lo imaginé muchas veces, no sé si sería mito o leyenda, en un pequeño chalet en el que nunca lo vi pero cuyo exterior estaba siempre desastrado y con gatos correteando alrededor. La persiana de la cocina casi siempre estaba medio bajada y dentro solo se intuía oscuridad. No sé si realmente vivió ahí, pero alguien me lo dijo un día y a mi, que entonces tendría sólo unos 11 o 12 años, me causó impresión, imagino que ya entonces su aspecto huidizo tuvo algo que ver en ese halo imaginativo que creó mi cabeza. Por eso cada vez que tenía que ir a comprar el pan, daba un pequeño rodeo hacia aquella casa y me dejaba llevar, nunca mejor dicho, por el misterio que desprendía aquel lugar.
Creo que nunca nadie me ha emocionado tanto con unos textos hechos música, creo que nunca nadie ha expresado en los últimos años aquello que uno piensa muchas veces pero le cuesta admitir, creo que su relación de amistad y coqueteo con la muerte en el fondo mostraban un apego especial por la vida. Creo que lo que realmente nadie como él sabía mostrar, era una espiritualidad extrema.
Desde muy pronto, casi desde el principio de las cosas, en un elixir de palabras perfectamente conectadas con la realidad del hombre, en una muestra de sensibilidad extremadamente fuerte y a la vez reflejo de la enorme fragilidad humana, ese néctar de juventud coqueteando con los albores de la muerte, ese aspecto inhumano de los últimos tiempos con el que recorría pueblos y ciudades enganchado a su íntima voluntad, tenía él la capacidad de transmitir en escuetas palabras aquello que sólo los hombres especialmente dotados pueden hacer, hacer de los secretos más íntimos de la mente algo sencillo y entendible.
Cuando me enteré de su muerte solo pude pensar en su edad, ¡era tan joven!, y sin embargo siempre pareció querer morir, aunque siempre resucitaba. Hasta que se ha ido. Ahora ya se fue para siempre, allí donde siempre se pensó seguro.
Ahora nos quedará su legado, palabras combinadas con música, y los mensajes más sutiles que siempre han atormentado al hombre y que a él le acompañaron siempre y supo reflejar como nadie.
Introvertido, intimista, perturbador, mágico, creador, soñador, felino, irrepetible, Antonio Vega.
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