17 de abril de 2009

NOSTALGIA

La nostalgia se me agarra a la garganta algunas veces y me obliga a beber agua, a serenarme, a mirar a otro lado para no darme cuenta de lo que me pasa. Me educaron en el sexista principio de que los hombres no lloran, y yo soy un tipo muy educadito.
No defiendo, ni mucho menos, que cualquier tiempo pasado fue mejor. Siendo padre eso sería un crimen. Pero creo que soy lo que soy gracias a lo que fui. Y luego la vida pasa muy deprisa, y el mundo evoluciona contigo, y los que vivimos en una misma ciudad toda la vida (al menos de momento) no siempre tenemos esa sensación de pérdida que invita a la nostalgia cuando vuelves a tus orígenes. Mi barrio ha crecido conmigo, hemos evolucionado juntos y en cierta medida, no he salido de él. Camino por sus calles y veo el paseo con mi hijo hace una semana y no las rampas arenosas que rasgaban mis rodillas en los ochenta. La nostalgia la trae un golpe de viento, una persona que llevas años sin ver, un recuerdo repentino, una fotografía…
Ahí estamos. Gracias Javier, viejo amigo, por este regalo. Años ochenta. Toda la vida por delante. El mayor problema en aquellas tardes era que lloviera y eso no nos permitiera salir a jugar. Me reconozco. Me añoro. Los veo a ellos y los echo de menos. Y fui yo quizá el primero, que sin salir del barrio, me marché. Así que ellos, los que todavía en cierto modo están allí aunque también se hayan marchado, me miran con cara rara y piensan que me ha llegado la vejez antes de tiempo. Es posible, es posible que mi tendencia a la nostalgia me traiga las canas al alma antes de tiempo. Pero esta foto me ha revuelto los entresijos, me ha hecho sentir una añoranza espesa, entre dulce y amarga, la sensación de tener un tesoro y recuperarlo sin haberlo perdido. Hay pocos documentos gráficos de este tipo, los móviles eran una entelequia peliculera y las cámaras un objeto de lujo reservado a vacaciones y eventos familiares. Por eso esta foto tiene un incalculable valor. Ayer se la enseñé a mi madre y sé que a ella también se le nublaron los ojos de la memoria, y suspiró por dentro, viendo a su pequeño, y su infancia, cuando ella era el centro de nuestro mundo y lo podía controlar todo. Después no pude resistir la tentación. Cogí esa misma copia y la dejé en el buzón del 4º F, con una breve nota: esta foto es para vuestro hijo (el que está a mi lado, al que no veo desde hace casi una década), con todo mi cariño. Y mi correo. Me diréis que estoy loco, pero desde que tengo esta fotografía creo que he saldado una cuenta pendiente con ellos y a la postre con mi infancia. Porque, aunque en estas pixeladas tierras parezca que soy una persona abierta, soy más bien hermético en mis sentimientos, y nunca les conté lo importantes que fueron para mí, porque repito, soy lo que soy gracias a lo que fui y a con quién lo fui. Ahora nos miro y pienso, ¿y si volviéramos todos a ese mismo espacio, a colocarnos en la misma postura, a reencontrarnos y sacarnos la misma foto con 30 años de nostalgia encima?¿creéis que estoy loco?

4 comentarios:

Elena dijo...

¿loco? no,... es que verse jovenzuelo es lo que tiene,..añoranza de todo, del tiempo, de los amigos, de los juegos, de los escampados....

goloviarte dijo...

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dafne dijo...

Buenooooooooooo...loco no estas,nostálgico si,y yo que empecé a sentirme nostálgica hace ya algún tiempo,pensé que eso va relacionado con la edad.Y es que no hay otra,avanzar.Mi nostalgía si tiene que ver con la pérdida de raices, de niñez,de infancia,de lugares,de personas.De un pueblo que fue y ya no existe y a medida que te haces mayor comprendes las barbaridades de las decicisiones políticas y sigues con la nostálgia y tuve que contarlo y empecé a escribirlo....
Besos nostálgicos

Larrey dijo...

Este artículo no ha gustado, con todo el derecho del mundo, a algunos de los que aparecen en la foto, por lo que he decidio difuminar su rostro para evitar cualquier suspicacia.