25 de abril de 2009


Llevaba horas concentrada en aquel informe, todos los datos se agolpaban en mi cerebro sin dejarme pensar con claridad. Eran casi las ocho de la tarde y no se veía otra luz encendida en toda la planta que la de mi despacho.
Un aviso en la pantalla me comunicó que un nuevo mensaje de correo electrónico había llegado. El remitente, desconocido. Busqué en la libreta de direcciones del Outlook antes de abrirlo y vi que se trataba de alguien en la sucursal de Frankfurt. Abrí el archivo.
Comencé a sentir un calor indescriptible en todo el cuerpo y decidí bajar al cuarto de baño a despejarme un rato antes de continuar.
El edificio estaba en penumbra y no le vi venir. Héctor llegó al mismo tiempo que yo a los lavabos, nuestras manos se rozaron al abrir la puerta de acceso a los aseos.
- Vaya, veo que tú también trabajas hasta tarde.- dije ante la silueta de una dama que me indicaba qué puerta debía elegir.
- Ya ves, la presentación de mañana me tiene en jaque.
Sin saber qué, algo me impulsó y tomé el camino contrario entrando tras de él al aseo masculino.
Cuando Héctor se volvió asombrado, agarré con firmeza su corbata y le empujé hacia los retretes, le senté de un golpe sobre el inodoro y cerré la puerta.
Comenzamos a besarnos salvajemente, luchando por desprendernos de nuestra ropa a contrarreloj, sin contemplaciones.
A medio desnudar, me arrodillé ante él y comencé a acariciar su pene, totalmente erecto ya, mientras él agarraba con firmeza mis pechos, pellizcando mis pezones y observándome mientras gemía ante aquel estímulo.
Mi lengua comenzó a moverse lentamente, de abajo hacia arriba recorriendo su polla mientras mis manos la agarraban con firmeza. Mis labios mordisqueaban todo su miembro, deseosa por sentirlo en mi boca, notar como me llenaba y ahogaba mi garganta. Como sus manos agarrando mi nuca me animaban a continuar.
El sabor de su sexo me invadía, jugaba con mi lengua y mis manos siguiendo el compás, escuchando su respiración agitada, sintiendo un latido cada vez más fuerte en mi entrepierna.
Entonces él se levantó y alzándome me sentó sobre la cisterna y abrió mis piernas, apoyé mis pies en la puerta y noté sus manos abriendo mis nalgas, su lengua buscando mi sexo y la calidez de sus labios mordisqueando mi clítoris.
Sin dejar de besarlo, uno de sus dedos entró en mí y me hizo tensarme de nuevo, asiéndome a las paredes y apretando los dientes, empapando su barbilla de lo que le ofrecía.
Se movía con sabiduría, recorría mi interior como si lo hubiera hecho cientos de veces y jugaba con mi botoncito con asombrosa maestría. No podía contener el deseo que sentía y me acariciaba los pechos mientras me dejaba llevar con los ojos cerrados.
- Creo que voy a correrme.- acerté a decir.
Pero no permitió que me dejara llevar, trasladó su boca de unos labios a otros y me besó brutalmente mientras con rapidez rebuscaba en sus pantalones tirados y acertaba a colocarse un preservativo.
Al ver sus intenciones me levanté y le dí la espalda, me apoyé sobre los fríos azulejos y apoyé mi pierna derecha sobre el water para dejar que me penetrara con toda la comodidad que aquel pequeño cubículo nos permitía.
Al principio sentí una punzada de dolor que desapareció tras un par de embestidas y poco después noté como su miembro llegaba hasta el fondo de mí una y otra vez, sin concederme tregua alguna. Entonces lo noté, un calor me subía por todo el cuerpo y algún grito se escapó de mi garganta, llegaba el orgasmo y mi respiración se entrecortaba mientras sentía como él seguía empujando sin piedad, iba a perder el equilibrio porque el placer no permitía que mis piernas continuaran aguantando.
Entonces su mano acalló mis gemidos con brusquedad y noté como de un súbito empujón me acorralaba contra la pared y sus labios se pegaban a mi cuello, todo su cuerpo se tensó sobre mí y supe que él había sentido lo mismo que yo.
Nos vestimos en silencio sin saber qué decirnos hasta que él rompió el hielo.
- Que curioso, sabes que acabo de recibir un correo por error en el que me mandan un vídeo de una pareja follando en un baño…
- No me digas…

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