5 de febrero de 2009


EL GESTO

Al terminar el partido los dos tenistas se abrazaron. Uno había ganado y debía estar eufórico por dentro, pero tenía tanto respeto por el perdedor, que cariñosamente tendió su mano para reconfortarle. Antes del discurso, en la entrega de premios, Roger Federer, el perdedor en la final, rompió a llorar y fue incapaz de articular palabra. De pronto enfocaron a Rafa Nadal y éste se mostró compungido, así que una vez tuvo el trofeo en sus manos lo mostró un tanto apesadumbrado y en cuanto pudo se acercó a Federer para pasar sus manos por los hombros, apretar la piel del suizo y susurrarle algo al oído.

Esto que más bien parece ficción ocurrió el domingo, después de la final del Open de Australia, uno de los cuatro grandes torneos de tenis del mundo. Los dos mejores jugadores del mundo enfrentados una vez más ante el reto de uno de los grandes torneos de la temporada.

El partido fue vibrante, no llegó al nivel de la final de Wimbledon del año pasado, pero hubo unos puntos espectaculares. Son la técnica más depurada frente a la psicología más tenaz. Sus partidos se convierten en tremendas batallas libradas al más alto nivel deportivo, pero el final del otro día se convirtió en el espectáculo de ver a dos grandes deportistas, rendido el uno frente al otro, mostrándose mutua admiración, respeto, humildad y cariño. Creo que será el gesto deportivo del año. Sólo ellos mismos están al nivel para poder superarlo.

Después de verlo, coño tuve que aguantar las lágrimas de emoción, pensé que en el fondo las cosas serían mucho más fáciles si todos fuéramos como se mostraron ellos. Sé que hay cosas mucho más complicadas en la vida, con grandes problemas y difíciles soluciones, pero cuando uno es humilde y respetuoso, es mucho más sencillo todo.

Creo que la humildad hace a los hombres mucho más creíbles pese a los defectos y torpezas que puede cometer. Y en este caso un simple gesto vale más que mil títulos deportivos. ¡Qué ejemplo!

1 comentario:

Larrey dijo...

pues yo creo que, involuntariamente, acabó puenteando el momento de gloria de Nadal, se habla más de sus lágrimas que del logro de Rafa.