11 de septiembre de 2010



PREÁMBULO PARA UNA LECTURA POÉTICA

Damas y caballeros,
amigos, familiares,
a todos
buenas noches
y gracias por venir a compartir
la voz y la palabra.
Sin duda,
no debieron;
seguro que tendrán cosas mejores
que hacer que estar aquí para escuchar
los sórdidos lamentos de un poeta,
sus dudas,
frustraciones,
su inconsolable queja.
No sé. Fregar los suelos,
limpiar el polvo a fondo, hacer la cena, la colada, el amor -quizá alguno una guerra-, ver por televisión hasta altas horas algún programa rosa o un concurso, la predicción del tiempo, el fútbol, las noticias e, incluso, los anuncios o la carta de ajuste.
Y, acaso, si prefieren
estar un rato ociosos
y no les apetece
permanecer en casa,
hay tanto bar abierto que lo sano
sería estar tomando unos cubatas
y, sin decirse nada, hablando a gritos
a causa del volumen
tan elevado siempre de la música.
También están los clubes
de alterne: droga, sexo,
a precios asequibles
para un bolsillo medio.
En fin, hay tantas cosas
que pueden ayudarnos a olvidar
la cáustica y asaz monotonía
que inunda nuestras vidas,
el hambre, la miseria,
las guerras, la tortura,
los ojos de ese niño que nos mira
sabiéndose ya muerto en su agonía,
la obscena multitud que nos envuelve,
haciéndonos sentir, saber, no obstante,
tan solos y apocados.
Mas qué mariconada la poesía,
qué pérdida de tiempo la palabra
en este lupanar de sordomudos
del mundo cotidiano poblado de alimañas
y estúpidos corderos que, sedados,
aguardan complacidos
su turno, su hora D en el matadero.
Así que una vez más les doy las gracias.
Ya veo que, como ocurre en estos actos
con siempre reducida concurrencia,
no son muy numerosos. Sin embargo,
ni los más de 100.000 espectadores
de un Barça-Real Madrid o una final de Copa podrían otorgar a este poeta tan grata y calurosa compañía.

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