2 de septiembre de 2010

LOS PELIGROS DEL TRASTERO (II)


Como dije ayer los trasteros me parecen lugares peligrosos. Y vengativos. Están cansados de fagocitar nuestros objetos poco útiles y sus malas digestiones son sucesos extraños. Golpes imprevistos. Hace unas semanas me regalaron un soporte para las bicis (gracias Foche). Al intentar colocarlo cometí algunos errores básicos de los que quiero advertir a futuros incautos y/o chulitos como yo. En procesos de este tipo, sobre todo cuando haya un trastero de por medio, jamás utilicéis expresiones del tipo "yo no necesito escalera". Sobreestimé la capacidad de resistencia del plástico y comprendí cuan liviana puede ser la consistencia de una pared. Armado con mi taladro prestado tenía un aspecto maquiavélico, vas a ver, amigo trastero, voy a dejar tu pared como un bebedero de patos. No sabía todavía cuanto. Primer problema. La pared es una mierda. Los tacos no valen. Busco unos especiales para techos, de esos que se abrazan a sí mismos como un saltador de trampolín y luego se abre como una flor. Pero no había espacio para que se abrieran. Nuevos taladros. Nuevos tacos. Nuevo fracaso. Todo esto sin escalera. Al final encuentro un híbrido entre abanico y paraguas que parece sujetar la estructura. Repito, un tupper por escalera. Como era lógico el plástico que guardaba la ropa de invierno cede. Mi pie lo atraviesa y decide descansar sobre la gabardina marrón que nunca terminó de gustarme. Curado de espanto pensé que el tupper era la puerta a un nuevo mundo y yo una especie de Alicia de cien kilos armada con taladro. Así que busqué un lugar por el que asirme al mundo ¿cual? el soporte que acababa de colocar. Entonces el trastero decide escupir tres de los cuatro tacos y la estructura cede, no del todo, solo lo suficiente para darme por culo y perder el equilibrio. No suelto el taladro en la caída porque en un segundo visualicé la broca taladrando mi córnea, así que solo tenía una mano para intentar no estamparme contra el resto de objetos. Mano que no logró encontrar nada con lo que di con mis huesos en el suelo. Bueno, solo la rodilla, porque como tenemos el trastero de aquella manera, la cadera terminó su viaje sobre la pila de cds, la pierna no presa de la ropa de invierno sobre la madera de la cuna, la cabeza sobre los botes de pintura. Por suerte al trastero dejó de parecerle divertido o sintió lástima y salvo una pequeña lámpara que hizo las veces de sombrero, ningún objeto más entro en el baile. Ni que decir tiene que aquella estampa era dantesca y que sería incapaz de repetir el escorzo dibujado por mi cuerpo, no sin perder alguna articulación en el intento. Lo dicho, los trasteros son peligrosos y vengativos.

3 comentarios:

ralero dijo...

Todo esto no es más que culpa tuya, Larrey. Por haberte negado siempre a ver con atención "Bricomanía" y por ser un rácano y no querer gastarte 20 ó 30 mil euros en un taller como el del sudodicho programita. Así que no te quejes.

Abrazos.

Dafne dijo...

Bueno...yo no es por meterte el miedo en el cuerpo...porque además sé que ya ha empezado(jejjej)pero creo que ese trastero tuyo es el lugar tan buscado..es el lugar donde viven los Monstruos..ten cuidado ¿vale?.
fFlta poco para que detrás de una caja o al agujerear la pared salga una horrible bola pegajosa,tipo moco,de ojos saltones y te quiera llevar con él, por incordiar tanto en el Trastero.

Besos!

Elena dijo...

ja,ja,..me recordabas un poco a tu amigo Tirso, que después de intentar las cosas por su cuenta (como buen chulito) y ver que NO... entonces descubre "EL MANUAL" ..¡vaya XD!. Y los tupper son para la tortilla de patatas ¡campeón!...Bss