11 de noviembre de 2010

UNA DE ACENTOS

Lo de tener un acento puede salirte bien. Porque los hay que, en según que circunstancias, te ayudan. Otros es verdad que no. Por ejemplo, si eres monologista ser de Cai ayuda. Salir al escenario, tomar el micrófono y decir ozú, pissa, que jartá de caló hace aquí arriba, pues ya tienes las primeras risas. No falla. Ahora, si eres neurocirujano lo mismo no juega a tu favor. Con todos los respetos por los neurocirujanos, por su puesto. Si eres argentina, ser psicóloga le pega a tu acento con topicotite. Si eres francesa, trabajar en una perfumería. Porque con acento francés te costará más vender alcayatas, seguro. Si trabajas de teleoperador en España, cualquier acento foráneo te vendrá mal. Ahí no puedo ayudarte, amigo Osvaldo, como mucho te puedo enseñar como habla mi amiga extremeña. Y esto de los acentos vale para altos vuelos, porque la publicidad y las empresas viven de ello, con esos anuncios de perfumes franceses, porque claro, agua de colonia ligera vende mucho menos que Eau de Toilette Légère. Pasa hasta con los propios nombres, porque por mucho glamour, por mucha enjundia que le veamos a Emporio Armani, eso, para los italianos, debe sonar como para nosotros Grupo Pascual ¿verdad?
Y ahora, para no ser menos, vamos a dejarnos llevar por los tópicos y ahí va un monólogo de Caí...

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