Lo hablaba con una amiga: la paciencia es como la batería de los móviles, se descarga y se puede volver a recargar. Pero no siempre es igual. Se me ocurren dos facetas donde las cosas cambian: con los hijos y con el trabajo. Llegas a la noche y ya no hay fuerzas, entran los gritos y los desencuentros porque tu paciencia no tiene rayitas. Estás descargado. Camino de las diez de la noche que tu pequeño tire un vaso de agua al grito de cuidado que llueve no es tan gracioso como un domingo a las diez de la mañana. Te acuestas, tu paciencia se recarga y al día siguientes te enfrentas al día paterno con las pilas bien cargadas. No ocurre lo mismo con el trabajo. Al menos esa impresión nos daba a mi amiga y a mí, que las pilas sí, se recargan, cada día, a la misma velocidad que se descargan, pero poquito a poco, cada año, vas perdiendo algo de tu capacidad. Empiezas una nueva temporada, un nuevo año, un nuevo día, con menos rayitas que el anterior. Entonces puede que las pilas de tu paciencia se agoten un día antes de que el reloj dicte sentencia sobre tu libertad y... Así que el gobierno, antes de alargar la vida forzosa a nuestras baterías de paciencia laboral debería reflexionar un poquito. Por suerte, y de momento, la mía se sigue recargando.
2 de noviembre de 2010
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3 comentarios:
Nunca me había sentido tan identificada como con esa batería del móvil. Ahora me planteo un cambio de móvil laboral pero que garantía tiene la batería en carga completa tres años, diez...
Vaya...yo hoy también escribí sobre la paciencia...la poca que tengo.
Besos!
Ja,ja,ja,ja... ¡cuidado que llueve! Ahora me descojono porque son las 8 horas, he dormido unas 6 (incluida media hora en el metro) y estoy razonablemente descansado.
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