Hay objetos que no tienen buena prensa. Se me ocurre, por ejemplo, una pera para enemas. Oye, ¿dónde vas tan rápido? nada, que voy a comprarle a mi madre una pera para enemas. No, se iría a la farmacia, sin más. Trampas para cucarachas. Cremas para las hemorroides. Pero también es verdad que hay objetos que, por contra, tienen muy buena prensa. Incluso máquinas. En el universo de la oficina hay una que la tiene per se (para los de la logse: por sí mismo): la máquina para la destrucción de documentos. Estás ahí, con tu pose de espía, mirando de un lado a otro, introduciendo documentos cruelmente triturados por la máquina y la gente pasa a tu lado, te mira y piensa, este tipo es importante, tiene que destruir documentos por su relevancia, tiene un papel clave en la compañía. Yo lo que espero es que no se acerque nadie para que vean que estoy destruyendo papeles sucios sin ninguna importancia. Pero es que esa máquina me pone cachondo (oficinísticamente hablando).
16 de julio de 2010
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1 comentario:
Yo prefiero romper los papeles al modo tradicional, en múltiples cachitos con mis manos. Me relaja ser la destructora (oficinísticamente hablando)
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