Un nombre es como una llave. No es lo mismo dirigirte a una persona con eh, tú, que preguntar algo previo uso de su nombre. Tenía una compañera de trabajo que era un crack en esto, se llamaba Elena y tenía un puesto muy importante dentro de la compañía. Pues era capaz de memorizar todos los nombres, y los de tus hijos, y tu mujer. Así cuando te cruzabas con ella te pregunta por cada uno de ellos. Y eso con todos los trabajadores de la oficina. Parecerá ridículo pero te sentías importante. De esto me di cuenta en mis seis años de socorrista, aunque más que socorrista debería decir de sheriff del charco. Al trabajar en una urbanización mis tareas no eran de salvamento, sino de regulación de régimen interno, así que me cansé de explicar a los niños las normas básicas del recinto, e incluso a algunos las de educación. El caso es que cuando quería reprender a alguno lo que hacía era preguntarle a otro su nombre. Entonces te levantabas, muy serio, te acercabas un poco y a un par de metros del infractor decías su nombre en un tono alto y severo. La reacción era inmediata. Eh, tú, deja de escupir en la piscina es probable que se hubiera diluido entre los chapuzones. En cambio el presunto escupidor a la voz de su nombre se acercaba como un corderito a degollar y escuchaba mis indicaciones más suave que un guante. Es
algo que trasmito a mis hijos, siempre que conozcas a alguien lo primero diles tu nombre y pregunta el suyo.
3 comentarios:
Cuando alguien nos viste con nuestro nombre te arropa con una identidad. Te convierte en individuo.
¡Qué fuerza de reacción tenían nuestros padres cuando te llamaban por tu nombre completo y sin diminutivos!
Totalmente de acuerdo. Es una manera de acercarte personalmente a cada uno, algo que no falla.
Tu nombre en boca de mamá seria...ups!!!, algo he hecho y no la ha gustado. Siempre trato de recordar los nombres de la gente y no me da vergüenza preguntarles una vez más su nombre...espero que a la próxima vez que le vea me acuerde y le llame como Dios manda.
Publicar un comentario