27 de julio de 2010

EN LA CUNETA


Su evidente desubicación la convertía en una auténtica metáfora. Una hipérbole de la frugalidad de la vida. Ahí estaba, ajena a su presente solitario y condenado. Irónicamente orientada a la inversa. Algo sucia, pero no más, probablemente, a cuando su portador dejó de utilizarla. Parecía esconderse, como si su ausencia de protagonismo la vistiera de una repentina timidez, ella, que había pisado la vida con arrogancia desde que fuera concebida. Quizá echara de menos a su dueño, quizá su lengüeta triste reclamara noticias, saber algo, retornar al hogar. O quizás a quien anhelaba era a su hermana gemela, de la que hubo de despedirse por exigencias del guión. Quizás su hermana no tuvo su relativa suerte y cayó al vacío, justo a la tierra que hay bajo el viaducto. Quizá por eso sus cordones se quedaran colgando, como buscándola, como esperándola. El atascó remitió entonces y hube de dejarla, más solitaria que nunca, ninguneada por el destino, inútil imagen de lo que puede cambiar la vida, cuando diez minutos antes de ser olvidada por un sanitario su dueño, tal vez canturreando, olvidó frenar a tiempo.

1 comentario:

Dafne dijo...

Seguramente toda una historia tras esa zapatilla olvidada,una vida, esperemos que no truncada.Son imagenes que salpican nuestra cotidianidad y que nos hacen pensar ,imaginar,seguramente acertar ...