Creo en las huelgas. Sin ellas no trabajaría ocho horas, sino de sol a sol y sin ninguna garantía contractual. Pero también creo que en las huelgas en los servicios públicos, como públicos que son, hay que tener más cautela y, sobre todo, más imaginación. Es como si para hacer daño a alguien buscaras dañar a su hermano pequeño. Eso es de mafiosos. El usuario del metro es el hermano pequeño, el daño colateral. Me gustaría que los representantes sindicales usaran su imaginación y demostraran su compromiso con el trabajador, lo que demuestra mi afición por la ciencia ficción, y buscaran alternativas a las huelgas radicales. Mi ignorancia me lleva a aventurar alguna que otra idea. Si esta huelga ya ha sido ilegal y por tanto, la ilegalidad no les amilana ¿por qué no una especie de huelga a la japonesa? Tornos abiertos y que todo el mundo pase gratis. El perjudicado será el patrón y el ciudadano ya no será un arma arrojadiza en la cara de la eterna Presi. Pero sobre todo lo que me gustaría es que los que ahora están de legítima huelga sean comprensivos, como he intentado expresar en el micro de hoy, cuando sean otros (pilotos, médicos, maestros...) los que se pongan en huelga. El ombliguismo también afecta, y mucho, en la percepción de los derechos revindicativos.
1 de julio de 2010
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