Antes, cuando escribía novelas, estas entraban en mi vida por formas muy diversas. Unas se construía en torno a la forma de ser narradas, como aquella en la que el protagonista de la historia no aparece en ningún momento y quienes la cuentan son aquellos que se van cruzando en la narración. Otras veces es un personaje, como el cocinero de la novela futurista. En otras una idea: como aquella en la que parto de la premisa de hay un hombre desnudo en el armario de una mujer y no es lo que parece. Ayer ocurrió algo inaudito. Estaba cepillándome los dientes y pensando en qué escribir esta mañana. Evidentemente no una novela. No daré pistas pero mentalmente empecé la narración hasta que apareció una frase. Lo hizo con fuerza repentina. Me ocurre muchas veces cuando escribo mentalmente, que de golpe una idea, que en mi blandengue ego considero sublime, irrumpe en la narración con fuerza y su eco resuena durante largos minutos, como una rampa a la que volver para que la narración tome fuerza. Pero ayer esta frase no solo irrumpió con fuerza, porque era algo más que una rampa. Era una frase caníbal, letrapofaga, se fue zampando a sus compañeras, a cada nueva palabra engullida se crecía más hasta que como un enorme letrero luminoso dominó por completo mis pensamientos. Era como si el guisante se hubiera comido al solomillo. Ya ni recordaba la primigenia idea de la narración, solo veía la frase, como los neones intermitentes del mismísimo Broadway me reclamaba mi atención. Me susurraba algo más que su contenido, como cantos de sirena literarias a un naufrago de la creación, me ofrecía la magia perdida, la ilusión entregada, la rutina cedida, el ego dormido y me dejé caer. Ahí he dejado la semilla, sobre un manto de tierra mojada que bien pudiéramos llamar esperanza. Iré regándola, con paciencia, con esmero, con mimo y ¿quien sabe? quizá un día de estos, cuando menos me lo esperE, va y surge un arbolito, con sus frases, con sus ideas, con sus personajes, con sus letras, con su nudo, con su desenlace...quién sabe, nunca es tarde si la frase es buena ¿verdad?
NOTA: La frase en cuestión: la sombra alargada de las cosas.
26 de noviembre de 2009
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1 comentario:
Muy interesante, Larrey, lo que has escrito. Hablas del proceso mismo de crear, tan curioso es ese "desorden" de ideas que bulle en nuestra mente, aparente "caos" del que surge un singular
"cosmos",ideas tan estrambóticas como que "un guisante se coma al solomillo" jeje.
Sucede, es cierto, que una idea, una imagen, un sentimiento, un nombre... aparece con insistencia en nuestra imaginación, a veces con todo nuestro agrado, otras, a nuestro pesar. Lo cierto es que tienen fuerza y hasta tozudez propia..
Me río porque a tí el neón te apareció mientras te cepillabas los dientes y en mi caso, los neones, me asaltan en la ducha,jeje ¡qué higiénicos que son estos "luminosos" !
Suerte con ellos,Larrey !
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