En un ataque de Juajosemillanismo me dio por pensar que el lunes podría ponerse en huelga. Una huelga fomentada por siglos y siglos de marginación, discriminación y menosprecio continuado. El bien quisiera ser luminoso y familiar como el domingo. Fiestero como el sábado, o el viernes. Incluso ilusionante como un jueves que precede al comienzo del fin de semana. Incluso como un simple miércoles europeo. Pero no, él, semana tras semana, mes tras mes, año tras año, y así por los siglos de los siglos ha sido el odiado lunes. El de las ojeras, el de la mala gana, el del retorno al madrugón, el de maldita lotería. Así, nos acostaríamos un domingo, como cualquier otro domingo y al levantarnos nos encontraríamos el vacío. Quizá un cartel: huelga por un lunes digno. Se me ocurrió que tal vez no sabríamos que hacer sin el lunes.
12 de octubre de 2010
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