Trabajo con clientes. Algunos tienen una organización de su actividad laboral que les impide contactar conmigo durante mi jornada. Cuando esto ocurre les ofrezco alternativas comunicativas, casi siempre el email, para trasladarme sus dudas o sus demandas. Pero en ningún caso les ofrezco atenderles fuera de mi horario. Nunca me quedo para poder escuchar a un cliente que no puede hablar conmigo antes. Jamás, mi horario es sagrado. Entonces, ¿por qué me enfado tanto cuando tampoco lo hacen los profesores de mi hijo?
5 de octubre de 2010
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5 comentarios:
Sin intentar molestar eh..pero sobre eso es que lo tengo mu clarito.La educación es la unica cosa que en este país, piensa todo el mundo, que admite volunatariado.
A nadie se le ocurre que un mecánico te cambie la rueda gratis ..pero en el terreno de la cultura ¿para que pagar a un gestor total una exposición la monta cualquiera...?y asi sucesivamente...etcetc
Compatibilizar horarios ¡es siempre tan difícil...! Si nuestro trabajo es importante, mucho más lo es la educación de nuestros hijos... ¡pero cuesta tanto!
yo quería iniciar un debate relativo a la incorporación masiva de la mujer al mercado laboral. La mujer estaba más que preparada, la sociedad no. No son los profesores los que han de quedarse más, son las empresas las que tienen que estar incentivadas por la ley para permtir a los trabajadores ausentarse para gestiones relativas a la educación de sus hijos. Establecer las reuniones pertinentes, y como las horas de lactancia, tener cada padre una cuota anual para este tipo de cuestiones. Como las vacaciones,por ley. Y los que me digan es que yo no tengo hijos. Pues eso, tú duermes del tirón.
El pediatra es el de la tarde, porque es cuando YO puedo ir. Pero análisis, pruebas, citas, radiografías en el hospital, son de tiempo a recuperar de papá y/o mamá...¡con 10 horitas por niño al año quizás hasta nos apañamos!, si no es un niño muy enfermizo...en fin,...
Absolutamente de acuerdo con tu comentario Larry.... ¿Cuándo fue la última vez que dormiste del tirón? Yo la mía no la recuerdo y lo chungo es que empiezo a verlo como algo, no ya habitual, que lo es, si no como algo absolutamente normal.
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