4 de octubre de 2010

AMOR SIN MÁS

La deja en la cama con suma ternura. Después observa su cuerpo desnudo. Los pechos, la cintura, el sexo, que espera tranquilo y atento. Comienza a besarla. Siente ganas de llorar, es algo más que deseo, va más allá de unos impulsos eléctricos en el cerebro y entre las piernas. Con las manos, los labios y la lengua no deja un rincón de su cuerpo sin adorar. Después se pone sentado sobre sus pechos. Así ella tiene acceso con la boca a su pene. La ayuda elevando su cabeza desde la nuca y dejando una almohada tras ella. Así, con un leve movimiento de cintura, va metiendo la polla en la boca, lenta y profundamente. Ella gime entregada, el sabor, el olor, ver su rostro desencajado, la rompen de placer. La lengua recibe la verga y juguetea con ella. Si siguen así teme sentir un orgasmo en sus labios. Ambos estarían encantados, pero no es el momento, no es el día. Tiene deseo de estar dentro de ella. Así que recula, se coloca a la altura de su cintura y la besa. El sabor de su propio sexo en la boca de ella dispara las sensaciones. Separa sus piernas y con ayuda de la mano y algo de paciencia entra dentro del coño. Ella gime como una gata herida, la polla quema por dentro. Empieza a moverse. Se abraza al cuello de ella y gime en su hombro. Los movimientos son cada vez más profundos. Ella siente el orgasmo acercarse ¿Vamos a sentirlo? No, todavía no, implora él. Hacen una parada. Respiran y gimen para retomar fuerzas y empieza otra vez a moverse. Esta vez es la definitiva, no hay tiempo para más. El orgasmo los sume a ambos en un mar de convulsiones y gemidos. Después vuelve la calma y dos enormes sonrisas invaden sus rostros. Quiero ir al baño, susurra ella. Espera. Hace intención de llevarla en brazos. No, por favor, quiero ir sola. La mira, sonríe, la besa y la deja sobre la silla de ruedas. Se tumba en la cama y la observa como con pericia maneja la silla hasta el baño. Después cierra los ojos y se deja llevar por una dulce modorra.