12 de marzo de 2011


Los invisibles

Las 8 menos 10 de la mañana
del día 17 de febrero
del año 2011. 6 grados sobre cero.
Bajo del autobús
junto a la Macarena,
y, tras cruzar la calle, me dirijo al Parlamento
de la Comunidad Autónoma de Andalucía.
Tirados en la acera,
igual que sucias bolsas de basura,
apuran las migajas de unos sueños
que no son más que carne de intemperie
helándose al relente del invierno.
Son los tristes desechos
deshechos de un sistema
que no da opción alguna al reciclaje
y no puede ocultar su podredumbre
por más tiempo debajo de la alfombra.
Pero eso poco importa;
las prisas que nos mueven
nos impiden,
junto a la insolidaria indiferencia,
apenas dedicar una mirada
a un hecho tan insólito:
que aún sigan respirando sus cadáveres.
Dentro de un par de horas, en la Cámara,
con oratoria hueca y chabacana,
vendrán a debatir sus señorías
acerca de la crisis, corruptelas,
lo mal que andan las Cajas, los recortes
a esto que alguien nombró, con poco acierto,
Estado -¡burla atroz!- del Bienestar,
y de la suciedad que hay en las calles.
Y, tras culpar de todo a sus contrarios
con ira y exabruptos afectados,
al fin de la sesión, codo con codo,
reirán a carcajadas consumiendo
cerveza, té o café, mientras, ya cómplices,
platican sobre el sexo de los ángeles.

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