11 de marzo de 2011

HOMO PEDORRENSIS

Estoy haciendo un profundo estudio sobre los daños colaterales de la ley anti-tabaco. Más allá de los ruidos ya mencionados en otros artículos, éste último dossier de mi trabajo lo he centrado en una encuesta en busca de consecuencias más bien sorprendentes. Me he encontrado con algunos problemas añadidos a la hora de localizar personas que encajaran con el perfil adecuado para responder, ya que se trataría de gente que sigue saliendo por la noche. Así que la encuesta ha quedado reducida a dos compañeras del trabajo sin hijos y a mi prima. Y el 100% de las encuestadas me ha revelado una realidad inesperada y sorprendente. Al parecer el tabaco ejercía de potente ambientador, un mal menor a lo visto (y olido) en estas noches sin tabaco. Y es que a la tendencia española de escurrir el bulto si éste viene con jaboncito, se añade que en las discotecas y bares con música, uno de los habitantes patrios más viejos, el homo pedorrensis, encuentra su entorno más propicio. La música sirve de escudo social, escondiendo los juegos de viento de su esfínter, no así la parte gaseosa, que quedaba matizada por el tabaco en su día y ahora campa a sus anchas carbónicas por entre los focos y las bolas luminosas. Así que a noche de hoy, me dicen, la ropa ya no huele a tabaco después de una farra, pero durante la misma, el olor a humanidad aderezado por algún que otro pedorro, obliga a salir a la calle unas cuantas veces, junto a los fumadores, a buscar aire más limpio. Si es que al final nunca llueve (y truena) a gusto de todos...

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