9 de abril de 2013

EL PRÍNCIPE

Hay personas que no tienen una pareja, sino la imagen de. Y me vaís a perdonar el acceso sexista, pero me da la impresión de que es un mal muy extendido entre el sector femenino. Es la herencia del famoso príncipe azul al que la educada princesa cree tener derecho. Y luego, ni es príncipe, ni es azul. Y no es fácil asumirlo. Y se dan sucesos tan curiosos como al cabo de unos años ver a una mujer reprocharle a un hombre que ha cambiado tanto, cuando en realidad lo que ha sido es consciente, superada la euforia del enamoramiento, de como ha sido siempre su pareja. Otras mujeres, y supongo que hombres igual, mantienen durante años, sino décadas, la esperanza de cambiar a su pareja, de moldearla hasta llegar a tener a su lado esa persona que siempre soñaron y viven como un fracaso esa no evolución. Y, qué queréis que os diga, llamadme tragicómico, pesimista o mentiroso, pero soy de la opinión de que un ser humano adulto, bien formadito, con sus aristas, sus muescas y sus golpes, es muy, muy difícil de cambiar. Quizá la clave esté en saber leer entre líneas, en entender la imperfección como parte de la perfección, en ver en los defectos el necesario motor de las virtudes. En tener empatía y en ser consciente de que no existe ni nuestra media narajan ni el hombre o la mujer perfecta. Porque el mejor de los escribanos tiene un borrón. Y quizá por eso esto es más importante para las mujeres, para aquellas que adivinan gestos violentos en al persona a la que aman. No seais ingenuas, el hombre que tiene la violencia, la falta de educación, al falta de respeto como parte de su idiosincrasia...jamás cambiará. Haced caso a vuestra cabeza y forzad a vuestro corazón. Porque príncipes azules no existen, pero hijos de puta machistas, haberlos hailos, y a montones. Si se quedan solos, mejor.

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