No era un niño malo. Trasto sí, pero no malo. No recuerdo haber hecho daño a nadie por el placer de hacerlo. Pero ahora que ando intentando instalar los valores del respeto a mis hijos, que les quiero hacer entender que reírse del distinto es reírse de uno mismo porque todos somos tan distintos que parecemos iguales, me he acordado de él. En mi clase estaba Raúl, que tenía aquellos aparatos en las piernas que popularizó después Forrest Gump, y no recuerdo que se sintiera jamás marginado. Ni el gordito de la clase, o el gitano. Pero la memoria es como una pareja rencorosa. De quien os hablo era un espíritu de la golosina con pelo largo y lacio. Cuando nuestro mundo se ceñía a las dos plazoletas y la calle que bajaba al parque, su padre tenía una tienda de esas que lo mismo te arreglaba un televisor que te niquelaba un secador. Aunque eran de fuera, era el chispas del barrio. Si hijo pasaba muchas tardes en la tienda, en la puerta, en nuestro territorio, así que al final fue nuestro amigo. Y nos costó, porque era fácil caer en la tentación de reírse del raro, del de fuera, que no tenía más que el poco rentable “a que me chivo a mi padre” para defenderse. Recuerdo algunas perrerías, no fueron muchas, quizá pocas, porque al final terminó siendo nuestro amigo. Más por inercia que por méritos suyos o nuestros, que no dejábamos de ser unos cabroncetes de diez años. Después la tienda cerró y no supimos nada de él en algunos años. Rondando los quince nos fuimos a las fiestas de otro barrio y nos lo encontramos. Me contó que se había muerto su padre. Entonces, por el arte de magia de la empatía, lo vi más alto, más maduro, más sensato. Sentí pena. Pena por lo que le había pasado. Pero también pena por lo que le habíamos hecho pasar. Valga este pequeño artículo como el abrazo que no te di entonces, amigo.
12 de abril de 2011
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6 comentarios:
El chico del que hablas efectivamente se llamaba Raul, creo recordar Moracho Ardavin de apellidos, y era un tio muy majo, le quitaron los "chismes" creo que antes de que acabaramos el cole. Pero yo le recuerdo un chaval moreno, normal, ni gordo ni delgado, con pelo corto y no se si gafas. Creo que le confundes con otro chaval muy majete le llamabamos el pelusa por el pelo largo y lacio. Vivian en el mismo bloque del parque junto con Alicia, no se si te acuerdas de ella. Y casi siempre iban juntos. Un saludo
Juanma
joder, señor Paez, que recuerdos ¡¡¡ Tienes razón en casi todo, salvo en que yo hablo de Raúl por el tema de evidenciar que no había discriminación por cuestiones como aquella y en cambio sí que fuimos algo cabroncetes (en el barrio, no en el cole) con otro (muy parecido físicamente al Pelusa) que no era del barrio y que estaba las tardes allí porque su padre tenía una tienda.
quien volviera a jugar al futbol en el parque, con aquella edad, a veces bajaba hasta tu padre a jugar con nosotros. Un abrazo
Pues no podríamos entrar ¡¡¡el campo viene con llave !!!
Lo han vallado o que? No sigue siendo un parque publico?
es de cesped artificial, precioso, pero hay que reservarlo.
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