25 de junio de 2008

AYUDAR

Recuerdo que cuando me cambié de casa me estimuló la idea de irme a vivir a un barrio marginal. Mi pareja se rie de mí porque dice que esto es una fachada. Os explico, nosotros vivimos en Carabanchel, barrio de Puerta Bonita, para ser más exactos. Pero la siguiente calle a la nuestra es ya Pan Bendito, y, la verdad, me hacía gracia eso de decir que vivía en Pan Bendito. Ahora lo pienso y tal vez es una falta de respeto para aquellos que sí que viven (y tal vez sufren) en Pan Bendito (que por suerte no es ni la sombra de lo que era); desde luego que no había ninguna mala intención en mi juego administrogeográfico. De hecho a mi hijo el mayor lo sigo llamando de vez en cuando el Nene de Panben.
Cuando uno cambia de casa todo es nuevo. Tiene que readaptarse a los espacios, buscar los lugares comunes. El primero para mí siempre es el kiosko de prensa al que seré fiel mientras viva por la zona. El segundo los bares. Ahí me decepcioné, porque no encontré ninguno que me gustara más que mi terraza o el salón de mi casa. Después, reconociendo el barrio en paseos, vi una asociación. Era algo así como la asociación de vecinos de Pan Bendito. Al no tener hijos disponía de bastante tiempo y pensé, bueno, con mi formación tal vez pudiera ayudar en apoyo escolar a los muchachos, ya sabéis, para motivarlos a que estudien y no anden por ahí zascandileando. Más paternalista e inocente no podía ser. El caso es que me puse en contacto con la asociación. Hablé un rato con la persona que me atendió. Le expliqué mis situación, mi interés por echar una mano, y él me explicó un poco lo que se hacía en la asociación. Quedamos en tener una cita y me invitó a pasar a verlo cualquier dia a los salones parroquiales. Ahí corté mi conversación. ¿Cómo salones parroquiales?. Sí, es que soy el cura. Ah, dije, pues me va a perdonar, pero mi interés por participar en asociaciones religiosas es nulo, así que con todos mis respetos me va a perdonar, pero creo que mi deseo de ayudar lo canalizaré por otro lado.
Ya, ahora me diréis que podría haber superado mis prejuicios, lanzarme a echarle una mano y tal vez cambiar de idea. ¡ Y una mierda !. Sé de donde vengo, de donde viene mi ateismo y no voy a cambiar jamás de idea.
No es la única decepción que he tenido en este sentido, pero de otras hablaremos otro día.

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