Un artículo de simpulso me lo ha recordado. Como ya he contado numerosas veces en mi juventud fui socorrista (tengo pendiente hacer una serie de artículos sobre mi experiencia en este tan hasselhoffiano campo). Con 18 años me preparé para sacarme el título. Primero era un mes de parte teórica, con clases de dos horas todos los días y un examen final medianamente exigente. Después un mes de pruebas físicas descalificativas en la piscina. Estaba en plena forma, no solo los deportes y yo nos llevábamos muy bien sino que la piscina y yo éramos (lo seguimos siendo) almas gemelas. Por eso no estaba demasiado preocupado. Aunque reconozco que había dos pruebas que me inquietaban, una porque nunca había tenido la paciencia suficiente para saber si era o no compleja y otra porque me parecía realmente difícil. La primera era hacer 200 metros en un tiempo concreto (no lo recuerdo) Había que decidir entre nadar todo a crol, más agresivo, o a braza, más conservador. Al final con un 50% me sobraron tiempo y energías. La otra eran 25m de inmersión pero recogiendo anillas del fondo (media docena). La primera de ellas junto al bordillo, impidiendo así el barriobajero acercamiento del salto de cabeza. Tampoco hubo problemas. El curso pasado…¿no? Pues no, resultó que la prueba más complicada para mí fue otra, que ni siquiera había valorado, otra que desestimé por simple: flotar durante un minuto sin movimiento alguno. Era puro músculo y, como estaba a punto de comprobar, el músculo no flota. Me tumbé relajado y me di cuenta de que poco a poco mis pies fueron basculando hacia el fondo. Arqueaba el cuello hasta el límite que mis bisagras cervicales me permitían y sacaba la nariz como la punta de un iceberg de 185 centímetros. Se me hizo el minuto interminable y terminé con los ojos semisumergidos y la punta de mi nariz como única referencia visible, mi periscopio vital. Ahora, en cambio, si tuviera que hacer las mismas pruebas no me preocuparía tanto, porque como he podido comprobar, la grasa flota mucho mejor que el músculo y soy capaz de hacerme el muerto con una profesionalidad que asusta. Algo bueno le tengo que sacar a lo que técnicamente han venido a definir como sobrepeso tolerable.
13 de agosto de 2009
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4 comentarios:
De ahí aquello de llamarlos flotadores ¿no?
Más abrazos.
Hay dos terminos ingleses para definir lo mismo que me encantan. El primero es "love handles" y el segundo, mas descriptivo, es "muffin tops", que describe exactamente la forma de la parte superior de la magdalenas, igualita que la forma de los flotadores una vez que nos hemos puesto los pantalones.
Pues cada vez que voy a la piscina, sobre todo cuando es privada, pienso en el socorrista, en lo coñazo que tiene que ser su jornada de trabajo y en que un amigo, de joven también lo era.
No estaría mal que escribieras algún artículo sobre la soledad del socorrista o sobre las posturas sexuales en la depuradora...
Estamos en ello, Dudu, estamos en ello. Ahora no puedo hablar de la depuradora (huele mucho a cloro) pero sí maravillas de la camilla del botiquín...
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