9 de mayo de 2011

SEVE

Corría el año 83 y yo me acercaba a los once años. Era de madrugada. Miguel Angel, Camacho, Juanito o Stilike luchaban por robarle la liga a Zubizarreta, Urtubi y Liceranzu. No tenía ni la más remota idea de lo que era un tee box, un green; el swing me sonaba discotequero y el putt prefería no pronunciarlo si mis padres estaban delante. La España del naranjito me había decepcionado tanto el verano anterior que imagino mi espíritu patrio necesitaba de nuevos alicientes. Así, una noche terminé a las cuatro de la mañana frente al televisor viendo a un santanderino que apenas me sonaba y que, como los pastores escoceses un siglo atrás, salvo que algo más elegante, se dedicaba a darle con un palo a una pelota en el suelo. Los nombres que manejaba el locutor, al que no recuerdo, me sonaban a clase de inglés mal digerida; y ni apretando las neuronas al máximo hubiera recordado haber oído hablar de Crenshaw o Tom Kite. Y por mucho que miré mi adorado Atlas no encontré ni sombra del Augusta National Golf Club, en Georgia. Pero allí estuve, sin saber porqué habían hecho 18 hoyos a un césped tan bien cuidado, pegado al sillón, si la emoción no me vencía y saltaba cuan forofo del club de campo, hasta que aquel muchacho de aire campechano y risueño se enfundó una chaqueta verde que, a lo visto, lucía como ninguna. Y le quedaba bien. Parecía hecha a medida de su grandeza...
Gracias Seve por este recuerdo.

1 comentario:

Elena dijo...

Seve forma también parte de mi infancia. Con Arconada y muchos más.....descanse en paz.