10 de enero de 2013

LA HISTORIA DEL CONSEJERO

Tengo un amigo al que le van bastante bien las cosas. Podríamos decir que es hasta empresario. No tiene demasiadas inquietudes políticas, y de tenerlas son de izquierdas, lo cual técnicamente lo inhabilita como ejemplo, pero nos va a poder valer, seguro. Digamos que mi amigo podría meterse en política. Tener suerte y que su partido ganara unas elecciones. Ir ascendiendo por méritos políticos (es decir, seguir la línea marcada por la franja en la que te muevas) y terminar con un cargo electo de relembrón. De todos es sabido que los políticos se rodean de los suyos. Yo que soy su mejor amigo, que no le voy a traicionar jamás y pese a mi nula experiencia polítca (y hasta profesional, podría darse el caso) soy su mano derecha allá donde vaya. Empiezo a tener un nombre, porque mi amigo asciende y asciende mientras su partido, pese a su manifiesta ineptitud para gobernar, gana una y otra vez, cada cual más inexplicablemente, un nuevo comicio. Así me muevo por cargos de asesor en los más diversos campos de la administración pública. Doy la cara por mi amigo y mi prestigio comienza a crecer. Nunca hice nada relevante, no tomé decisiones importantes más allá de campear un temporar aquí o ponerme al cobijo de una sombra allí...pero voy triunfando en la política. Un día mi amigo, cansado, enfermo, decide abandonar. Pero no me deja sólo, porque soy su proyecto, y gracias a su sombra puedo alzar el vuelo, siguiendo la misma senda por la que él llegó a la cima...porque comicio tras comicio, mi partido vuelve a ganar las elecciones. Ahora podría decir que mi amigo se apellida Aguirre que entonces yo tendría que apellidarme Fernández-Lasquetty, no me quedaría otra ¿A que cuela?

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