22 de enero de 2013

DOS

Como esta historia está basada en hechos reales prefiero inventarme a sus protagonistas y digamos que se llamaban Elsa y Gabi. Gabi y Elsa, Elsa y Gabi eran un matrimonio al uso, forjado en la España franquista, donde el marido era el sol y la fiel esposa, la sombra. Nacieron poco antes de la guerra y se enamoraron cuando los edificios aun guardaban el miedo en sus cimientos. Pasaron hambre y frío, como tantos y tantos españoles de aquellas décadas. Y como diría Sabina, se amaron como se odian los amantes, con tanto amor como rencor, con tanto que agradecerse en cada reproche, mientras construían una familia. Cuando los hijos volaron, se instalaron en la comodidad de ignorarse y durante años, los últimos de sus vidas, fueron extraños el uno para el otro. Sin el valor de zanjar un amor que crecía entre el rastrojo de una vida de sueños dormidos. Cada uno fiel a su espacio, a su orgullo, procurando tropezar las mirada lo indispensable para que la nave siguiera su curso y a los gritos los tamizara la indiferencia. Un día, no hará mucho, Elsa enfermó. Fue una enfermedad rápida, como una ráfaga de viento helado, que se la llevó en apenas unos días. Gabi no se separó de su cama ni un solo segundo. Después, desde el mismo instante en el que la Parca Dama la raclamó a su lado, Gabi decidió que no quería seguir viviendo. Dejó hablar, dejó de comer, dejó de caminar, dejó de sonreir, dejó de dormir, hasta que un día dejó, sin más, de vivir. Así es el amor, otra vez por Sabina, que cuando no muere mata, porque amores que matan nunca mueren.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Obligados a quererse y liberados de odiarse, es una pena que solo la muerte te muestre que ese hueco no estaba relleno de odio sino que era amor, descubrir que has amado pensando que odiabas. EV