16 de agosto de 2012

CUESTAS

Uno llega a una zona rural con la chulería de pedal madrileño y el dichoso google maps. Se traza unos trayectos en los que la variable distancia no se mezcla con la orográfica, así que dice pues nada, de aquí a allí, que son 20 km, y de allí a aquí que son otros 20, perfecto, en dos horitas estoy de vuelta en casa. Madrugón, casco, cuentakilómetros, agua fresquita, y sales silbando, como si te hubieras caído del último capítulo de Verano Azul. No tardas ni dos kilómetros en darte cuenta de que en esta tierra los ingenieros desconocen el concepto recta. La primera cuesta te deja derrengado. Pero la subes optimista, total, la ciencia lo dice: todo lo que sube, baja. Así que luego bajas creyéndote el mismísimo Indurain, a todo lo que te da el plato grande y el piñón pequeño. Piensas. Bueno, si ya hemos subido el Tourmalet garrafón ¿qué nos puede esperar? Pues el Angliru que se te ofrece a la primera curva. Y ya lo subes con menos ganas, y lo bajas también con mucha menos alegría, como si no tuvieras ganas de que terminara la cuesta, porque la tradición científica estaba equivocada en lo que a carreteras comarcales se refiere, en ese espacio todo lo que baja sube, así que sabes que lo que estás bajando te va a tocar subirlo. Y así una y otra vez, que el idioma no engaña y si se llaman cuestas ¿no será por lo que te cuestan? Y te preguntas en qué escuela estudió el ingeniero que diseñó tan cruel carretera ¿es que no le hablaron de las ventajas del falso llano? Al final, cuando llegas al punto medio, sin resuello, te planteas si no es mejor llamar a un helicóptero de la Guardia Civil para que te devuelva a casa. Pero como en la bici uno tiene su orgullo, se lanza otra vez a la montaña rusa. Al día siguiente te olvidas del google maps y de la madre que lo parió y acudes a un programa mucho más fiable: lugareño 2.0 que ellos sí que sabrán decirte donde te vas a partir las piernas y dónde vas a poder darte un paseo. Madrileño tenías que ser, parece decirme esa sonrisa...

1 comentario:

Anónimo dijo...

ay madre, que nos hacemos mayores....con 20 años ni montañas rusas ni nada, todo era aventura...