23 de agosto de 2010

TRÍO


NOTA: Fragmento de la novela inconclusa "Mi amigo David"

(...)La mayoría volvió en el mismo día, porque el que más y el que menos tenía sus responsabilidades. Menos David, Sofía y yo, que quisimos alargar la fiesta al menos una noche más. Borrachos como estábamos decidimos abandonar una de las dos habitaciones porque Sofía decía que era injusto que durmiera sola. Juntamos las dos camas y nos dejamos caer, sudorosos y borrachos, desbordados por la felicidad de lo que nos estaba ocurriendo. Hacía calor, y con toda la naturalidad del mundo Sofía se quitó la ropa, quedándose solo con una deliciosa braguita estilo slip masculino. No estaba dotada de una exhuberancia natural, como Sandra. Su belleza era más bien la de una mujer serena, de curvas tranquilas. David comenzó a acariciarla. Ella se dejó hacer, cerrando los ojos y aspirando con parsimonia el humo del porro. Yo permanecía como espectador, y no niego que me resultaba excitante ver la mano de David recorriendo aquel cuerpo de piel blanca. Sofía se quitó el slip y nos mostró un sexo sorprendentemente cuidado, aquella diminuta mata de pelo coronando su coño se antojaba anacrónico con respecto al resto del conjunto, supuestamente llevado por la dejadez. David no dejaba un rincón sin recorrer, ya fuera con las manos o con la boca. Terminado el porro, las manos de Sofía estaban libres para centrarse en nuestros cuerpos. Así cogió nuestros penes, uno con cada mano, después de pedirnos, con una voz suave, que nos desnudáramos del todo. Mi erección no era total, pero mecida por su mano, mi pene se dejaba hacer feliz. Mi excitación fue aumentando de ver a David, erecto para mí por primera vez en nuestras vidas. La mano de Sofía se movía con maestría, arriba y abajo, con ritmo suave pero pronunciado, intenso, demorando con profundidad. Me faltó valor para robarle la polla de la mano. Me limité a excitarme con lo que estaba viendo, imaginando que era mi mano la que jugueteaba con la piel más íntima de David. Se besaban con pasión y David llevó su mano, después de pasarla por los labios de Sofía, a su coño. Vi como Sofía abría las piernas para facilitar la entrada y comenzaba a gemir. Iba aumentando el ritmo de sus manos, hasta que las tres, y por ende los sexos, se coordinaron en ritmo y velocidad. Era pura intuición, pero cuando ella necesitaba más velocidad, aceleraba la piel de nuestros penes y la mano de David respondía al instante. Si la petición era a la inversa, las manos de Sofía se disparaban y la de David invertía el ritmo. Con esta sincronización, coronada por los gemidos de Sofía, terminó en un orgasmo de nuestra amiga, que arqueó su cuerpo dejándose llevar sin pudor alguno por el placer. No dejó de mover sus manos, esperando que descargáramos nuestro placer sobre ella. Nos miraba a uno y a otro, esperando quien sería el primero en dejar caer el caldo de su orgasmo. Yo buscaba la excitación en los ojos y el cuerpo de David, que arrodillado miraba al techo henchido de placer. Sudoroso como estaba, si fibroso cuerpo se me mostró más hermoso que nunca, la musculatura tensada hasta el dolor pareciera una escultura griega. Fue él, lógicamente, el primero en correrse sobre la cintura de Sofía, que empezó a reír divertida mientras el orgasmo perlaba su piel de gotas blancas. Después, riendo más todavía, dijo que iba a pintar un cuadro con aquella brocha y aquella pintura, e hizo una especie de trazos. Después se incorporó para ponerse de rodillas frente a mí. Yo permanecía tumbado. Con ambas manos siguió los movimientos. Por detrás de su cintura entraron las manos de David, que se pusieron sobre las suyas. Aquella evidencia, que pese a que contra mi piel estaban lo dedos de Sofía, yo sentía dentro de mi cuerpo que eran las de David, hizo que yo también me acercara al orgasmo. Fue intenso y pese a ello luché por mantener los ojos abiertos, quería ver como el caldo de mi placer manchaba los dedos de David. Así fue. Durante unos segundos juguetearon en un baile de piel de dedos, penes y genitales. Después se besaron y ambos se acercaron a fusionarse con mis labios. Después, sin molestarse en limpiar los restos del placer, ligeramente abrazados, se dejaron caer en la cama y se quedaron profundamente dormidos. Yo, ni con todas las drogas del mundo hubiera podido conciliar el sueño aquella mágica noche, tan desconcertante como otras muchas en las que el deseo se mezclaba con David. El cuerpo de Sofía era tan blanco que casi relucía en la poca luz que entraba por la ventana. Era tan delgada como David, y con el pecho tan pequeño que resultaba complicado, si no fuera por el sexo flácido y dormido de David, quien era quien. Ya muy de mañana se despertó Sofía, que se levantó resacosa y directa se fue a la ducha. Antes de ocultarse tras la puerta me miró y sonrió ¿quieres ducharte conmigo? Pero yo prefería quedarme viendo el cuerpo dormido de David. Sofía salió secándose la rasta, desnuda todavía. David se desperezó y se quedó observándola. Eres hermosa, le dijo. Encendió la luz y con el bolígrafo que siempre tenía a mano hizo una silueta de comic, muy a su estilo, de una mujer delgada secándose el pelo. La dobló, la dejó en los pantalones de Sofía y se metió en la ducha.

3 comentarios:

Dafne dijo...

Muy bueno..me ha encantado!!!
Besos!!!

Larrey dijo...

Le falta revisión, porque ahora he visto una docena de fallos, pero me está gustado escribirla. Espero que te guste cuando la termine. Me has dado una idea...

Dafne dijo...

Creo que me gustará...

besos!