En mi casa se está dando una circunstancia esperable: el pequeño termina pegando al mayor. Al principio reprendíamos al pequeño. Después empezamos a explicarle al mayor que no debía ni alentar ni mucho menos dejarse, que tenía capacidad y agilidad para evitar los golpes sin agredir. Ahora hemos llegado a un punto que las reprimendas son iguales: a uno por pegar y al otro por dejarse. Y me pregunto si no me ocurrirá a mí, como a muchos de los españoles encuestados por el CIS, que delego cierta responsabilidad en la mujer maltratada por el hecho de dejarse humillar y pegar. Es simplificar en una realidad plana un entramado complejo, pero no lo niego, creo que ellas tienen la llave, que no la culpa, que es muy distinto. Y en esto soy muy sexista, creo que al menos la mujer, como madre, si los padres tenemos la tarea de educar a sus hijos en el respeto y la igualdad, ellas (y de ahí mi sexismo) tienen la tarea especial de remarcar en sus hijas que jamás, jamás, deben aceptar la humillación de un hombre por ser su pareja, que eso no es amor, que no existen los tortazos en singular y que quien grita hoy mañana pega y quien sabe si pasado mañana mata.
5 de agosto de 2010
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