28 de agosto de 2008

MEMORIA

No deja de ser curioso lo que está pasando con esto de la indentificación de los cadáveres del accidente aéreo. Vaya por delante todo el dolor y todo el cariño para las familias. Porque no voy a hablar de lo que todos sabemos y sentimos. Digo que es curiosa la respuesta del ser humano, ante el mismo estímulo cuando la percepción está distorisionada por nuestras creencias, ideales, etc. Me explico. Los mismos que ahora, con toda la lógica del mundo, hablan, con comprensión, del dolor que están pasando, el dolor añadido, se entiende, aquellas familias que no pueden velar a sus muertos, enterrarlos, en alguna medida cerrar la puerta y fingir que pueden pasar página, todo esto porque todavia no les han entregado el cuerpo identificado de su familiar muerto, los mismos, digo (a los que me refiero) son los que durante meses estuvieron luchando encarnecidamente contra la ley de memoria histórica. Es decir, luchaba contra una ley que, entre otras cosas, busca que las familias puedan enterrar a sus muertos y por fin cerrar la página más negra de sus vidas y de la historia de España. Yo no pongo nombres, que somos todos lo suficientemente conscientes de lo que nos rodea para saber de quienes estoy hablando. Pero que alguien me explique la diferencia entre esperar en Ifema a que te digan tome, este es su hijo, ya puede enterrarlo, a estar durante toda una vida esperando a poder decir, vaya, aquí mataron a mi padre, por fin podré llenar su tumba con sus restos reales. Sí, hay muchas diferencias, la crueldad, el tiempo que ha pasado. Estas personas de las que hablo muestran su comprensión por días de espera y en cambio le niegan ese derecho a personas que llevan décadas haciéndolo. Indignante e inhumano. Insultante incluso, me atrevería a decir.
Lo lógico, lo natural, lo esperado, es esta respuesta, la que tenemos con las familias destrozadas porque han perdido a un ser querido y encima tienen que esperar a que un especialista les diga mire, este es, ya pueden enterrarlo. Esa es la única respuesta posible, la compresión ante su dolor. Pues eso, extrapolenla a otras realidades, no me sean tan cenizos y cabezotas.

3 comentarios:

ralero dijo...

La diferencia, querido Larrey, existe y es de una magnitud densa como el mercurio. Estos muertos -que en paz descansen pronto para alivio de sus allegados- lo son como resultado de un accidente o, quizá, de un cúmulo de criminales negligencias; aquellos fueron el fruto amargo del odio y el vil asesinato de seres humanos indefensos y maniatados a los que, al borde de una cuneta, se les metía sin piedad un tiro en la nuca. Pero, sí, tanto unos como otros merecen descansar en paz.

Abrazos.

Pedro dijo...

Me salgo un poco del tema.

Ha pasado una semana desde el accidente y hay victimas que siguen sin poder ser identificadas.
No comparto ese gusto por los restos, esa necrofilia tan española.

No es mejor, cuando hay 150 cadaveres carbonizados, de personas que han muerto en el mismo sitio a la misma hora, hacer allí mismo un monolito, con los restos debajo y poner una placa conmemorativa?

Larrey dijo...

NO es española (mira los americanos en la guerra: os los devolveré, vivos o muertos). Nunca me he visto en la situación, así que no me atrevo a hablar. no visito tumbas, así que supongo que no respondería del mismo modo. Aun así, mientras el cuerpo no esté, ¿cómo saber que ha muerto aun sabiendo que ha muerto?. Es una forma de aceptar la muerte de forma definitiva. Creo que en psicología hay una explicación para esto, que puede ser educacional o instintiva, no lo se.