8 de noviembre de 2023

 A LA CALLE: 

Lo reconozco, no me parece mal que la gente salga a la calle cuando las cosas no funcionan como esperan o creen deben ocurrir. Así, nos guste o no, se han conseguido la mayoría de los derechos, les duela a quien les duela en la pierna derecha. No me gusta cuando ciertos sectores de la izquierda deslegitiman una movilización por no ser de su color. Otra cosa es lo que yo opine sobre quienes estén en esas manifestaciones. Eso ya entra en mi derecho de expresión y en mi libertad de pensamiento. Lo primero incuestionable, por suerte y de momento, lo segundo inquebrantable. Tampoco me gusta que usen partidistamente la bandera española, que poco a poco va perdiendo afección lejos de la caverna, va camino de la aversión y con el tiempo rozará una deslegitimación por mal uso, igual que le ocurre a las palabras que definen a las personas con necesidades especiales. Menos me gusta cuando nos meten a todos en el mismo saco, porque la palabra españoles lleva el mismo camino que subnormal, discapacitado o minusválido. No, señor Abascal, los españoles no ESTAMOS hartos; estáis vosotros, una parte y, a lo visto en las urnas, más pequeña que el resto. Pero usted, que aunque lleve chupando del bote desde que no terminó la mili, es casi nuevo en la primera plana, ya debería saber que eso es más viejo que mear de pie. Si tuviera empatía y no hablara y escuchara siempre a favor del viento, podría preguntar a los mayores. En España, de toda la vida de Dios, cuando gobierna la derecha, las cosas están en su sitio, donde deben estar; cuando gobierna la izquierda, entonces vamos camino del averno, del precipicio, de la ruptura, de la debacle, de una apocalipsis que se retrasa y se retrasa, y se retrasa. Por lo visto, como nación evolucionamos en ciertas cosas, siempre más despacio de lo debido, pero en otras, como esto, parece que seguimos siendo los mismos. Utilizan ustedes una herramienta vieja y oxidada, solo me queda la esperanza que por viejuna, reviente de una vez y tengan que buscar una alternativa. Lástima no ser creyente para poder pedirle a alguien ese favorcito. 

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