4 de julio de 2012

PESADILLA

He tenido una pesadilla desconcertante. Era la protagonista, sí, femenina, de una película de terror, una sanguinaria psicokiller, que era para más desconcierto mi pareja (sí, mi pareja, espero que mi psicoanalista no lea esto) me tenía secuestrada. Era una casa de campo grande. Todo ocurría en una habitación de matrimonio con vestidor y yo era consciente de estar viviendo una película. Mi pareja, que además de asesina tenía una extraño papel de asesora, me iba advirtiendo de que la asesina en cuestión (su otro yo) era especialmente cruel, tenía el dolor ajeno por lema y dejaba en pañales al mismísimo Dexter. Me avisaba de que uno de los males que iba a sufrir era el descuartizamiento en vivo. Y no se trataba de una desmembración, sino de un deshuese, como se hace con un pollo asado al comer. Noté con claridad como el cuchillo iba adentrándose en mi carne, justo junto al hueso. Lo peor fue que a esto le siguió una tanda de anuncios, por lo que maldije mi suerte, iba a tener que repetir la escena, lo que suponía vuelta del cuchillo a la carne. Después mi pareja, la no asesina, me advertía de que ella, la asesina, te dejaba escapar sólo por la diversión de volverte a capturar. Pero no hice caso. En un despiste, mientras dejaba el hacha sobre la cama y buscaba en el vestidor otro modelito de matar, salí corriendo escaleras abajo. Entonces caí en la cuenta de que no tenía mala carrera para hacerlo con una pierna amputada y un brazo deshuesado. Sentí que escapaba, que lo lograba, un murete me separaba de la libertad. Entonces llegó ella a mi espalda, pude sentir su aliento en mi nuca a una velocidad endemoniada. Y la frustración de no haberlo logrado. Había un hombre elevado sobre el murete que lo observaba todo con desconcierto e incredulidad. Nos detuvimos ambas. Ahí Morfeo me dio una tregua y me desperté, sinceramente asustado. Miré a mi pareja, que dormía plácidamente. Palpé la cama y no vi cuchillo ni hacha alguna. Mis miembros completaban los dos pares. Reconozco que no logré evitar la tentación de culminar el guión. Quien sabe, tal vez algún productor onírico tenga a bien invertir en mi sueño. Lo siento por el inocente del murete, que terminó en manos de la asesina, como yo...

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