17 de abril de 2012

DOLOR

El umbral del dolor es uno de los aspectos más subjetivos del género humano. Lo que para unos es una leve molestia puede ser un dolor paralizante para otros. Como padre, y en mi ignorancia médica, tiro de intuición y consejo de profesionales. Por eso el dolor, más allá de un sufrimiento, es un síntoma, una alarma. Y para valorar las distintas decisiones que van desde la simple comprensión y cariño al movimiento hospitalario el grado, la insistencia y la continuidad, son los elementos clave. Así uno debe entender a su hijo en su idiosincrasia, en su capacidad para enfrentarse al dolor. Lo cual es un problema cuando se trata de niños cuyo umbral es especialmente bajo. Hablo de niños para los que es un problema cortarse las uñas o el pelo. Hay casos en los que la queja es la misma para un leve dolor de tripa producto de gases que por un principio de apendicitis. Eso nos complica la vida en exceso, y a mí, lo reconozco, me pone especialmente nervioso, porque no logro interpretar y temo asustarme al tiempo que creo estar relajándome en exceso, lo cual es un bucle absurdo. Por suerte cuento con mi pareja, en la que confío ciegamente, que me conoce y sabe torear el dolor de mis hijos y mi cabreo o desconcierto, a partes iguales. Trato de no trasmitir ese desconcierto a los pequeños, pero sé que no lo consigo, así que ese será mi propósito de enmienda en el futuro. Tal vez también deba explicarles por qué su padre se inquieta tanto, porque son mucho más listos de lo que parece.

1 comentario:

Didac Valmon dijo...

yo tengo pa´nico al dolor, pánico a ese dolor que paraliza