21 de diciembre de 2011

¡QUÉ GRAN IKEA HE TENIDO!

Ayer me tomé el día libre para trabajar. Espero que mi empresa no se entere de esto, pero ayer estuve desde las doce de la mañana a las diez de la noche trabajando como montador especialista e instalador. El salario, quitando el desplazamiento, fue de unos menos 350 euros y un severo dolor de espalda. Eso sí, sirvió para descubrir que en esto de la bricomanía tengo más paciencia que el santo Job. Detallo: dos estanterías Billy, una estantería Lack, un zapatero Bissa, dos percheros Bjarnum y dos Bastis, dos soportes para cortinas Dampa y un mueble archivador Helmer. Si ahora mismo me dejas una llave allen en la mesa te la clavo en la pierna a modo de navaja barriobajera. Porque como dice aquel, en Ikea trabajamos todos. Yo creo que la pesadilla estandar del europeo moderno no es que se le lleve el coche la grúa sino que cuando vayas a terminar de montar un mueble de Ikea le falte la última pieza. Porque, al final, una estructura demoniaca de dos metros de alto depende de una tuerquecita de plástico que da sentido al universo. La gente dice que los de Ikea hacen los lapiceros tan pequeños para ahorrar, pero yo creo que lo hacen para proteger la integridad física de los dependientes. Estoy deseando que los de Quechua se fusionen con el grupo de muebles, con suerte la próxima librería la tiro al aire y cuando caiga ya está montada. Mientras tanto, a mí, de momento, no me pillan otra vez.

1 comentario:

Anónimo dijo...

GRACIAS Larrey, hacía tiempo que no me reía tanto.