3 de noviembre de 2011

EL DOCTOR OBJETOR

Hubo una vez un reputado cirujano que se encontró con una enorme disyuntiva moraL: tenía sobre la mesa el cuerpo herido de un sanguinario terrorista. Lo valoró durante unos instantes y decidió que sus conocimientos y sus capacidades no mecerían malgastarse con semejante asesino. Así comenzó una actividad basada en la objeción de conciencia. Primero fueron asesinos, maltratadores, pero después personas heridas en accidentes de tráfico por haber conducido borrachos, escaladores que innecesariamente se jugaban la vida por llegar a la cima, drogadictos, practicantes de deportes de riesgo...en fin, personas que él consideraba habían llegado hasta su quirófano, como mínimo, por su propia negligencia o que no merecían el esfuerzo de mantenerlos con vida. Creó toda una escuela de doctores objetores. Así un día, estando en casa, se le antojó un café. Para su desgracia el único paquete que había estaba en la parte alta de un armario, no tenía a mano una escalera, así que se subió a la encimera y estirando los dedos trató de alcanzarlo. En ese proceso un par de tazas cayeron sobre su cabeza, con una fuerza tal que le hicieron perder el equilibrio. Fue tal la mala suerte que en la caída se golpeó en la nuca con una enrome brutalidad. Los servicios de emergencia lo llevaron en coma al hospital, donde el doctor, uno de sus más avanzados discípulos, al conocer el historial de la caída, determinó que alguien tan torpe no merecía seguir viviendo...

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Que chorrada...

Jésvel dijo...

Me ha gustado, Larrey. Toda una alegoría. Para pensar bien en lo que decimos, tan alegremente a veces.

ralero dijo...

Cuánto valor atesoran siempre las críticas anónimas.