27 de octubre de 2011

BRAGAS

Las bragas tienen muy mala prensa, tan mala que hay que utilizar eufemismos o diminutivos para nombrarlas, porque nadie dice bragas, sino braguitas. Eso terminó afectado a su propia fisionomía, y de tanto reducirlas fonéticamente nació el tanga, un tirachinas que no es más que pura justicia semántica. Pero para nosotros, en nuestra infancia, las bragas eran el santo grial. Dios no era el tipo con barba que nos vigilaba a todos, sino el compi que le había logrado ver las bragas a la buenorra de clase. Las bragas, no el culo, ahí estaba el detalle. En el fondo la carne era intrascendente, era esa superficie normlamente blanca que cubría la nalga la que despertaba nuestro incipiente deseo. Ahora todo es distinto, ahora no me imagino a un niño intentando verle las bragas a su compañera. Porque antes, como decía aquel, teníamos que apartar la prenda para ver el culo, ahora hay que apartar el culo para poder ver la prenda. Yo, aquí, en este humilde rinconcito, en mi barra de bar, propongo un sonoro aplauso en favor de las bragas. Un brindis por todas las que vi y las que soñe con ver en mi infancia. Por ellas, las bragas ¡ salud !

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