SIN ESPERANZA

No me pueden obligar a sentir pena. Que no. Que lo intenten, pero no lo haré. Para mí Esperancita era un tiburón, el lobo, una hiena, el ogro neoliberal que se comía todo lo público, una persona engreída, soberbia, clasista, una exfuncionaria recelosa y rabiosa, una señorita andaluza nacida en los madriles que consideraba la ciudad y la comunidad su coto privado de caza. No puedo sentir nada bueno por alguien que es capaz de esgrimir la palabra "comunista" como un insulto. Esperanza representa todo lo que odio de un político, su falta de empatía, su distanciamiento paternalista, su política agresiva y maleducada, que deja al ciudadano a la altura de un niño tonto al que se le educa con el palo y la zanahoria, la sitúa a millones de años luz de mi ideario. A la derecha de la derecha. Así que todo lo que siento es alivio. Alegría. Satisfacción. Las razones por las que nos deja descansar son de índole personal, ella misma nos lo ha dicho, y como su persona privada me resulta irrelevante, sus razones también. Me interesa el animal político y ese, ese es el que ayer dijo basta. Y yo, como otros centenares de miles de madrileños, tuve la tentación de salir a celebrarlo a la calle. Me faltó encontrar una fuente a la altura del evento. Se va. Nos deja. Y para cerrar este artículo a lomos del refranero no termino de decidirme por el viento fresco, por donde amargan los pepinos, por la puñetas o por la paz que seguro que nos deja y que no tengo idea, ni me importa, si se lleva. Ayer fue un gran día, y quien me considere un insensible que repase el historia de la señora Aguirre y Gil de Biedma, condesa consorte de Murillo y grande de España, y entenderá porqué ayer, 17/09/2012 fue un gran día. Y si no comulga con mi satisfacción, que lleve en silencio su luto, que después de tantos años es nuestro turno cantar.