“Ya hay un español que quiere”…
Antonio Machado
Dice un viejo refrán que muerto el perro se terminó la rabia. Sin embargo, no siempre es esto cierto. Así, en España, cuando murió aquel Perro –y hay que pedir perdón a tan noble animal por la metáfora- engendrado un aciago 18 de julio, la rabia no acabó, quedó latente en una transición que fue amañada para que no rindiese tipo alguno de cuentas la jauría, y fuese sepultada la memoria de los ajusticiados por el Régimen tras juicios sumarísimos que más que juicios eran sólo una macabra e injusta pantomima.
Acudiendo de nuevo al refranero
habremos de admitir que aquellos polvos
de huesos desgastados y olvidados
bajo la tierra arcana de las fosas comunes trajeron estos lodos donde los herederos de aquel perro, la sombra de la rabia en sus arterias, hoy gozan como cerdos en un charco y afilan sus colmillos deletéreos dispuestos a morder a los que esperan, mirando “hacia la luz y hacia la vida, otro milagro de la primavera”.
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