Hace un par de semanas vi una foto de Zapatero, nuestro ex presidente, en el semanario de El País. Era un interesante reportaje sobre los profesores de tu vida. Hice cuentas y hacía mucho que no sabía nada de él. Mucha gente se lo reprocha, como si nos hubiera metido en este lío y ahora haya puesto tierra de por medio. Y yo se lo agradezco, esto es como cuando un tipo que ha tratado mal a alguien acude acongojado a su funeral. Amigo, lo que no hiciste en vida no trates de compensarlo ahora con lágrimas en muerte. Pues eso mismo. En una bandeja, obviando la distancia ideológica que me los separa, pongo a Aznar y en otra a Zapatero, dos de nuestros ex presidentes, y la verdad cae por su propio peso. Uno hizo lo que pudo, desde mi prisma buenos cuatro primeros años, desastrosos cuatro últimos, y ha decidido desaparecer y dejar que otros, de verdad, traten de hacerlo mejor. Y otro, paladín del neoliberalismo y las abdominales verbales, nos metió en una guerra injusta, no dio marcha atrás jamás en tan lesivo asunto, y con la ironía de un viejo verde ha andado por ahí dando por culo con su verbigracia de re-adolescente botellonero al que ni la DGT puede decirle si debe o no dejar de beber. Además, esa retranca de gracioso de barra no aporta nada a la historia ni al futuro de ese país que tanto le llena la boca al pronunciarlo. Beba, beba, ex presidente, haga abdominales, ponga su arrogancia en botas de cuero sobre la mesa, pero si nos puede hacer el favor de hacerlo como el catalán, ese que hablaba usted en la intimidad, pues mucho mejor, para qué nos vamos a engañar. Yo celebro que Zapatero haya desaparecido del mapa. Bastante hizo ya. Ahora le toca a otros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario