Nota previa: tengo que empezar diciendo que Kobe es culpa mía. No el nombre, que es cosa de mis hijos y la desgracia del helicóptero, sino el perro. Más bien que el perro no fuera adoptado. Porque yo solo quería (llamadme caprichoso...) un golden en casa.
NO TODO ES LO QUE PARECE, MENOS LA DUDA:
Si nuestro perro fuera adoptado, pensaríamos que ha sido maltratado en su más tierna infancia (lo de los perros ¿también es infancia?) Más concretamente pensaríamos que ha sido golpeado con un palo de escoba o de fregona. No solo por lo timorato que es, lo miedica en general con cualquier ruido o movimiento inesperado, sino porque es coger una escoba y salir escopetado. Y os prometo que jamás ningún objeto, y menos un palo, lo ha golpeado en su vida. Al menos que sepamos. Quizá sea una reencarnación de otro can que sufriera fregonazos a cascoporro. Sería una análisis no abierto a dudas, la realidad, plausible, lo pone sobre la mesa: tiene miedo a los palos porque ha sufrido. Y no es así, porque las cosas, incluso cuando son evidentes, cuando las pruebas dan la razón a la lógica más simple, no siempre son como parecen. Hace un par de años me hice una camiseta cuyo lema es Dudo, luego existo. Y es que cada vez tengo menos certezas. Tiene sus lados muy malos, y es que ya no estoy seguro de donde he dejado, por ejemplo, las llaves. Cuando antes sabía que si no estaban donde debían, era porque alguien las había movido. Ahora ya no, ahora dudo, primero, y pregunto después. Dicen que rectificar es de sabios, pero yo soy más del preventivo: dudar es de sabios...

No hay comentarios:
Publicar un comentario