MIGRACIÓN:
En mi casa mi madre siempre intentó sacar cinco donde había cuatro. Por eso comprábamos muchas cosas a granel, por eso y porque mi padre y yo siempre comimos por encima de nuestras posibilidades. Así que recuerdo mi infancia son sacos de malla de naranjas. Y como éramos de reciclar al estilo pueblo, mi madre nos hizo con varias de esas mallas cosidas una red de tenis. Porque los domingos nos íbamos a la Casa de Campo a ponerla en una pista abandonada y ahí echarnos unos raquetazos. La pregunta va, sobre todo para los madrileños ¿os suena esta historia? Porque en ese espacio estábamos todos los hijos de los paletos, los de pueblo. Con nuestros utilitarios humildes, nuestras raquetas de madera, nuestras tarteras. ¿Os suena a algo que sea común ahora en los parques de Madrid? Es verdad, no suele ser tenis, sino boley, y en lugar de tortilla es más fácil encontrar sanchocho, pero por lo demás. Porque sí, es la historia que se repite. Y me acuerdo mucho de esto cuando veo los accesos racistas o cuando los fachas esgrimen eso de sí, que vengan, pero legalmente. Porque la legalidad es un acuerdo entre las partes. Y si en los sesenta en Madrid hubieran hecho una ley, legal, por la que solo los nacidos en Madrid pueden comprar un piso, o empadronarse, o tener acceso a ciertos servicios, nosotros, los hijos de los inmigrantes rurales, nacidos en la capital, hubiéramos sido hijos de unos ilegales. A esos a los que se les llena la boca con la legalidad, les recuerdo que sus madres no pudieron tener, legalmente, una cuenta bancaria hasta muy cerquita del final del siglo pasado. Así que la legalidad es eso, un acuerdo, no un axioma o un principio inquebrantable. Lo que si es un axioma es que todos somos migrantes, en algún momento, de algún modo. Y si no, al tiempo...
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