28 de febrero de 2023

REEDUCANDO CON LA PELOTITA:

Os voy a contar una historia. Este era un niño muy, muy futbolero que, por razones que solo contaría a su psicoanalista, si lo tuviera, llegó a odiarlo a nivel práctico, cambiando la adicción a la portería por una canasta. En este interciso nunca perdió la pasión por el deporte rey en modo espectador. En su infancia era, como lo ha sido casi siempre, de las personas. En un periplo que empezaría con su realismo por culpa de Arconada a su postrero y definitivo madridismo por la de la quinta del Buitre. Asumiendo la bandera blanca como suya, llevó con cierta dignidad la ausencia de copas de Europa con la metadona de las ligas. En este ir y venir llegó la Séptima y en este inicio del idilio con la competición fetiche de los blancos se coló un tipo de infausto recuerdo, venido de tierras lusa, con aires de grandeza y muy poca humildad. Lo enfangó todo a niveles que pocos recordaban y él estuvo muy cerca de caer en la secta de la autocomplaciencia y el victimismo, muy alejado de su habitual camino de la autocrítica y la asunción de la derrota como parte del juego. Un chispazo llamado paternidad le permitió poco a poco alejarse del cuadro y como esos que escondían una imagen dentro de otra, fue consciente de la inmundicia profunda del argumentario. Durante un tiempo se alejó del foco, olvidó el fútbol, volvió al baloncesto...Pero el que tiene una cojera tarde o temprano termina caminando a trompicones. Acabó volviendo a ver los partidos, a seguir los resultados, las clasificaciones, los jugadores prometedores, las caídas en los infiernos definitivas, la efímeras subidas a los altares, la tenacidad de la clase media...todas historias viejas. Tan viejas como el fango, que ahora parece ocuparlo todo, con la sombra del victimismo, en otra acera, pero con el mismo lenguaje. No es descartable que este insigne futbolero, ya maduro y sin canas por casualidades genéticas, termine sacando los pies del barro y devolviendo a la pelotita al viejo ostracismo...

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