23 de enero de 2022

 HOMBRES, MUJERES.:

Acabo de leer que el marido de no sé quien (no he tenido la más mínima intención de buscar su nombre) está de baja por depresión al conocer que su mujer tiene una relación con un tal Urdangarín. Me pide el cuerpo el chascarrillo de ¿qué más tiene que hacer este hombre para que lo acepten en la familia? Urdangarín, digo. Pero es otra idea la que me mueve a teclear. Es el cómputo de acciones individuales en el saco general de un colectivo. Es decir, cuando un hombre es traicionado por una mujer, y a la inversa, parece como si fuera una traición colectiva del hombre (o viceversa) a la mujer (y a la inversa). No digo ya, que pasa, doy fe, que esa infidelidad abra la puerta a pensar si es que todas (o todos) son iguales. No es justo. La verdad. Lo sé, pero no siempre es fácil entender que lo que hacen las personas, no lo hacen por se mujer (u hombre) o blanco (o negro) o hetero (u homo) sino por ser como son. Y punto. Ese meter en el mismo saco es la gasolina de la estigmatización, el racismo, el machismo y tantos ismos que nos impiden evolucionar a la velocidad que debiéramos. 

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