19 de junio de 2012

LA MÚSICA AL NATURAL

Llevamos a los peques a un concierto de la orquesta de RTVE. No soy muy de música clásica, así que fue cosa de la madre. Nuestros hijos habrán escuchado más veces a AC/DC o a Shakira que a Vivaldi. Tocaban piezas muy conocidas, como "La flauta mágica" de Mozart, "El barbero de Sevilla" de Rossini o "El lago de los cisnes" de Chaikovsky. La interpretación fue bastante digna, dicho por profesionales que compartieron butaca con nosotros. Pero lo que más me impresionó fue el sonido. Estoy acostumbrado, y mis hijos también, a la música digitalizada. Grandes equipos, el surroud, el 5.0 y todas esas maravillas envolventes. En el cine puedes escuchar el crujir de una pisada como si te estuvieran pisando en la oreja. Yo era consciente de la grandeza del sonido porque sabía que aquello no era ni un 5.0, ni había cable alguno entre los dedos del violinista y mis sentidos. Poder escuchar en medio de la canción, con la decena de violinistas rompiendo la cúpula del Monumental, el dulce metal del triángulo, me embarga con cierta emoción infantil. Traté de trasmitirles a mis hijos la maravilla de ese momento, de como el sonido natural de horas, qué digo horas, años de ensayos, estaba siendo interpretado para nosotros. Pero ellos son de otra generación, son de otra pasta y su capacidad de sorpresa, de impresionabilidad, está a otros niveles. Ellos son de la generación en la que la realidad paralela, la que fluye de la tecnología, está tan normalizada que es inherente a la propia realidad. No ha habido un antes y un después, un sí y un no, y ahora es muy difícil explicarles ciertas cosas. Ellos se aburrieron, yo, pese a no ser fan de la música clásica enlatada, disfruté como un niño.

1 comentario:

Jésvel dijo...

La música en vivo es inigualable y la clásica... Creo que era en Pretty Woman donde Julia Robert decía aquello de "por poco me meo de gusto en las bragas"...