5 de junio de 2012

CONCIENCIA TRANQUILA

Supongo que un asesino en serie tiene la conciencia tranquila. Sin ir más lejos, Anders Behring, autor de la matanza de Oslo, no ha mostrado el más mínimo síntoma de arrepentimiento, por tanto su conciencia debe estar muy tranquila. Hizo lo que debía. Así que parece demostrado que la conciencia tranquila no es garantía de nada frente a las leyes comunes, esas que hemos de respetar todos. La conciencia se enmarca dentro del régimen interno de cada uno. Así que, que Carlos Divar, presidente del Tribunal Supremo, se haya defendido con tan subjetivo argumento no garantiza nada frente a los delitos de los que se le acusa. En mi empresa todo es mucho más sencillo. Los gastos "públicos" están regidos por unas normas muy claras que se resumen en un sencillo "esto sí, esto no". Es un corsé que obliga al empleado con tarjeta a pensarse mucho lo que gasta. Porque después ha de justificarlo. Y no estamos hablando de un juicio moral, sino del bolsillo puro y duro, repito, hablamos de de "esto sí, esto no". Los gastos que el empleado haya realizado y estén dentro de la norma (esto sí) será retribuidos por la compañía, mientras aquellos que no lo están (esto no) correrán a cargo de su cuenta particular. Parece, y es, muy sencillo. Quizá el problema no esté en Carlos y su moral y conciencias tranquilas, sino en el sistema, incapaz de obligar a un trabajador público a justificar sus gastos antes de considerarlos retribuibles o no. Soy defensor de lo público, pero muchas veces la gestión privada nos enseña como manejar el dinero público, sobre todo ante manos rotas de conciencia tranquila.

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