Leo una vez más una noticia en la prensa escrita. La resumo en cuatro frase, se detiene a un ciudadano marroquí porque supuestamente conduce un coche robado. Él asegura que es de un amigo que está en esos momentos en el extrajero. No se escuchan sus razones y se le enjuicia por tal supuesto delito. El fiscal y el juez siguen en sus trece de tal modo que hasta el abogado defensor le sugiere que se declare culpable para rebajar la condena. Lo hace y es condenado a dos años de cárcel. Al carecer de antecedentes la condena no se hace efectiva. Nadie, ni en los juzgados ni en la defensa, tuvo la brillante idea de ponerse en contacto con el dueño del vehículo, ni tan siquiera cuando volvio a España a por él. Ahora el Tribunal supremo ha reabierto el caso, escuchado la versión del dueño y exculpado al ciudadano Marroquí, dándose por tanto la circunstancia curiosa de que él se considera culpable (por obligación) y la justicia inocente.
Hace unos meses leí otra noticia que me dejó helado. Seguimos en la misma "pista de circo". Un joven, otra vez marroquí (yo no opino, de momento, trasmito), retenido en un centro de menores, recibe una brutal paliza, supuestamente por parte de varios de sus monitores, con ayuda de los vigilantes del centro. La familia interpone una denuncia y un juez determina que sí, que el muchacho tiene razón, que recibió una paliza, y la recibió de quien él asegura, pero al ser tan confusa la autoría es imposible de inculpar de forma clara a alguno de los imputados, por lo que el delito queda impune. Y esto no es lo peor, como el muchacho ha interpuesto la denuncia y el fallo ha sido en su contra ha de correr con los gastos del juicio.
¿A dónde vamos a llegar?, ahora sí que opinio. Soy de las personas, ingenuas, que sigo creyendo en la indepencia de los poderes, en la libertad de la justicia. Pero también hay veces que no puedo evitar caer en el tópico de culpar a las leyes. Luego, viendo noticias como estas pienso que tal vez, al fin y al cabo, las leyes no estén tan mal, que los ingredientes no sean de tan baja calidad, sino que son los cocineros los que día a día meten la pata no entendiendo que no cocinan para esa extraña señora de la balanza, sino para los ciudadanos, para quienes trababajan o deberían trabajar. Por favor, señores jueces, bajen a la tierra, pongan los pies en el fango del día a día y apliquen la ley con valentía.
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1 comentario:
Efectivamente, hay mucho pusilánime juzgando ¡y también prepotentes! vamos, como el resto de la sociedad, sólo que ellos ... ellos son jueces y sus dictámenes influyen decisivamente sobre las vidas de las personas, y sobre los bienes -esto es menos importante, aunque también lo sea-
Buen día. PAQUITA
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