SENTIR LOS COLORES

Ayer vi a un aficionado periquito (CD Español) gritar enconado que los jugadores blanquiazules no sentían los colores. Hace unos días una vieja amiga me dijo que el problema del Real Madrid era que los jugadores no sentían los colores. Y yo pensando que era una cuestión de falta de interés, de mala gestión deportiva y de talento justito. Y resulta que se trata de sentir o no sentir. Pues yo desconfiaría de un jugador que se mueve por sentimientos. En esto del fútbol parece que soy un poco daltónico y chaquetero, pero¿no son profesionales? Pues si lo son (que lo son) deben responder ante la empresa que les paga, que les exige que se esfuercen en los entrenamientos y que luego lo den todo en el campo. Los besos a los escudos son eufemismos y márketing, que quedan muy bien en las fotos y van directos a la línea de flotación del aficionado. Ya va siendo hora de que llamemos a las cosas por su nombre, los futbolistas son unos mercenarios que se mueven por dinero. Pero vamos, como tú y como yo, y como tu vecino del tercero y mi prima de Valdemoro. Trabajan por dinero, y el dinero es el que justifica su rendimiento. El aficionado, que no cobra, sino que encima se deja dinero, tiene derecho a apelar al sentimiento. Un sentimiento incomprensible a todas luces que le acompañará toda la vida dándole más pena que gloria. Pero legítimo, desde luego. Ahora, exigirle el mismo compromiso anímico a un profesional es mezclar los churros (sí, los churros) con las merinas. Es como si mi empresa me exigiera, para valorar mi compromiso, que cada cierre contable besara el logo. No, hago mi trabajo, implicando al 110% mis capacidades laborales, pero mis sentimientos van por otros derroteros. Es cierto que se nos venden algunos equipos blaugranas como algo más que un club, algo así como una religión. Pero yo siempre pongo como ejemplo Argentina, donde el fútbol sí que es algo más que un deporte, y donde la violencia es la consecuencia casi lógica de esta transmutación. Prefiero a los Luis Enrique y a los Figo que a esos aficionados ultras que son capaces de llevar el féretro del hijo de uno de sus jefes a las gradas a modo de homenaje. No. Desdramaticemos. El fútbol es un divertimento, como lo es el cine, el teatro o cualquier otro espectáculo. Y allí, en las tablas, al otro lado de la cámara o en el campo de juego lo que hay son profesionales que se ganan la vida haciéndolo lo mejor que pueden. Lo demás humo.