5 de noviembre de 2012

TRAICIONADO

Me siento traicionado. A Jose Luis Sanpedro y Millás, los últimos ídolos que me quedan, decidí ubicarlos hace tiempo en villa Playmobil, un lugar que consideraba libre de la invasión de la digitalización. Los clics son como la Aldea Gala de mi infancia. Está ahí y cuando los veo, con pequeños matices, siguen siendo los mismos. Así que los recuerdos se fusionan con la realidad manteniendo viva la llama, evitando la distorsión y el polvo del tiempo. A mi hijo, que pese al asedio de las hordas del Angy Bird, sigue siendo un digno heredero de mi cliquismo, le han regalado un Playmóbil future Planet. Un vehículo de exploración lunar. Nada alejado de la rutina. El sencillo montaje de siempre y un clic con la movilidad obligatoria. Pero ya en la caja uno podía advertir lo peor: power. Esa palabra, en una caja de clic parecía una errata. Mis sospechas las confirmó la imagen de una mano sobre un mando…¡¡¡ es un coche teledirigido ¡!! No puedo más que mostrar mi más enérgica protesta. No han tardado los dueños de la fábrica de sueños de mi infancia en mancillar el nombre de Hans Beck. El carpintero que inventó aquellas figuritas que un niño podía esconder en la mano y de las que ya se han fabricado más de 2.200 millones, tuvo como premisa la de jamás mecanizarlos. La esencia de este juguete reside en su sencillez estudiada, en su realismo simplón. No es el destino final del juego, como la gran mayoría de los juguetes, que venden su sofisticación como máxima y reclamo, sino una puerta abierta a la imaginación. Había logrado ese maravilloso equilibrio y lo había mantenido durante décadas. Ellos daben el primer paso, el resto era cosa del niño. Tengo miedo, porque un día de estos llegará a mi casa un clic con rodillas articuladas y entonces...Ahora mismo dudo que con la puerta abierta no tenga que buscarles nueva ubicación a Sanpedro y Millás, pero anda la cosa escasa en reinos…

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