9 de septiembre de 2022

 Hoy toca cuento...


EL ENTERRAMIENTO:

Lo primero que ha soltado el Richar ante pregunta ha sido ¿tú has visto mi aspecto? Le ha mirado el pelo largo y oscuro, el chándal Adidas negro en la parte superior, el Nike blanco en la inferior, las zapatillas Polo y lo ha entendido a la primera. No, su amigo no puede llevar una pala en el coche, si le pillara la Guardia Civil con ella en su Seat León tuneado sería dar por terminado el juego. Por suerte es verano y no hay nevada de por medio, así que en el tercer chino han encontrado una pala fiable. Van los dos solos porque para un encargo así de ilegal solo tiene confianza con él, con el gitano que le enseño el lado bueno de la vida. Así lo definía él y jamás encontró argumentos para desmontarlo. Su amigo es gruñón y protestón por naturaleza, una vaguería inherente le impide decir que sí a la primera y no protestar en el proceso. Pero sabe que puede contar con él. Y aquí están, en medio de un descampado, protagonizando una muy garrafón y cañí escena de película de mafiosos. Solo hay una pala, y digamos que físicamente Richar siempre estuvo un pasito por delante, y nunca mejor dicho. Así que es él quien está cavando la zanja. Con su verborrea natural, mientras cavaba y cavaba, con un arte que haría temblar los cimientos de la chabola de sus ancestros, no deja de mirar de reojo. Ahora que, por fin, en parte gracias a su amigo, ese que mira sentado mientras termina la tumba, tiene un trabajo honrado, paga impuestos y todo el dinero que pasa por casa brilla por su blancura, que se cruzara un picoleto, o un madero, mientras cava una zanja en mitad de la nada, como que sería un paso atrás. Como el cuerpo a enterrar no es demasiado grande termina relativamente pronto. Richar mira desde dentro. La carita recuerda a esos memes de gatitos que parecen pedir que les perdones la vida después de la pifia del siglo. Vale, sentencia, es suficiente. Se pone en pie, mira el suelo, se agacha y con cierto rencor no exento de asco, lanza el cuerpo al fondo de la zanja. Cae con un sonido seco, pero indiferente, que no llama a la reflexión. Pese a todo Richar, que se cree creyente, pregunta si no deberían decir unas palabras. ¿Estás de coña?¿crees que yo quería hacer esto? Es por la puta pasta, si no, le da por culo. Vale, lo tranquiliza el gitano, mientras empieza a echar arena sobre la carne muerta. Después, pensando en su recién adquirida condición de honrado ciudadano, dedica bastante empeño a alisar el terreno, hasta dejarlo casi como si allí nadie hubiera enterrado nada jamás. Cuando van a iniciar el regreso al coche su amigo tiene una pregunta. Escucha, payo, ¿no deberíamos dejar a tu pierna ortopédica un poco de tiempo y de intimidad para que se despida de tu pierna?

 

 

Basado en hechos reales: un hospital español ha escrito a todos los pacientes con miembros amputados para que se pasaran por el centro hospitalario a recoger sus miembros y así enterrarlos según marca la ley.

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